52. Una transgresión no cancela una Mitzvá
“Una transgresión no apaga una Mitzvá (heb: Mandamiento)”, y una Mitzvá no apaga una transgresión. Uno debe tomar el buen camino. Esto es una regla del trabajo. Pero el mal que se encuentra dentro de uno, no le permite tomar el buen camino.
Sin embargo, uno debe entender que no necesita eliminar el mal de raíz, pues esto sería imposible. En cambio, solamente debe detestar el mal, tal como está escrito: “Tú, que amas al Señor, odia el mal”. De este modo, sólo se necesita este aborrecimiento, ya que al odiar el mal, uno se separa de él.
Por esta razón, el mal no tiene existencia propia, sino que su existencia depende del amor o del desprecio que uno siente por él. Esto significa que si uno siente amor por el mal, entonces queda atrapado y cae bajo su dominio. Y si uno aborrece “su” maldad, escapa de su autoridad, y esta deja de tener dominio sobre la persona.
Entonces, resulta que el trabajo principal no radica en el verdadero mal en sí, sino en la medida de amor y en la medida de odio. Y por este motivo, una transgresión promueve otra transgresión. Debemos preguntar lo siguiente: “¿Por qué uno amerita un castigo semejante? Cuando uno cae de su estado de trabajo, debe ser asistido para poder levantarse de su caída. Sin embargo, aquí vemos que se le agregan más obstáculos, para que continúe cayendo más abajo aún.
Pero uno recibe más maldad para que pueda llegar a aborrecer el mal, y así ver de qué modo las transgresiones le alejan del trabajo de Dios. Aunque uno se haya arrepentido y lamentado de su primera transgresión, aún no ha sentido un grado tal de remordimiento que le induzca el odio hacia el mal.
Por lo tanto, una transgresión lleva a otra; y cada vez que uno se arrepiente, de acuerdo con el remordimiento que va suscitando en uno, va manifestándose el odio por el mal hasta alcanzar su máxima expresión. En ese momento, uno queda separado del mal, porque el mal lleva a la separación.
De esto se desprende que si uno encuentra cierto grado de desprecio en un nivel que le ocasione separación, no necesitará la corrección de lo que llamamos “una transgresión que lleva a otra”; y naturalmente uno se ahorra tiempo de esta manera. Cuando uno ha sido recompensado, es admitido en el estado de “el amor de Dios”. Este es el sentido de la frase: “Tú que amas al Señor, odias el mal”. Sólo odian al mal, pero el mal en sí permanece en su sitio; y es sólo el odio al mal lo que necesitamos.
Esto proviene de lo siguiente: “Aun así, aunque Tú lo has creado tan solo un poco inferior a Dios”, y este es el sentido del dicho de la serpiente: “y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal”. Quiere decir que uno se esfuerza y desea comprender el comportamiento entero de la Providencia, como al Creador, y a esto se refiere con: “El orgullo de un hombre lo bajará de su nivel”. Implica que uno quiere comprender todo con la mente externa, y si uno no lo consigue, cae a un estado de pequeñez e insignificancia.
Lo cierto es que si uno despierta para conocer algo, esto es una señal de que necesita conocer esa cosa. Y cuando aquello que desea conocer trasciende su propia mente, y termina aceptando todo por medio de la fe más allá de la razón, esto se considera la mayor humildad de la que es capaz el hombre. Pueden ver que en la medida en que uno posee una demanda por saber más, pero acepta esto con fe más allá de la razón, o “por encima de la razón”, uno se va encontrando en un estado mayor de humildad.
Ahora podemos entender cómo se interpreta el versículo (Números 12:3): “Moisés era un hombre muy manso”, humilde y paciente. Significa que aceptaba la humildad en la mayor medida posible.
Este es el significado de Adam HaRishón comiendo del Árbol de la Vida antes del pecado (original), quien a su vez se encontraba en (un estado de) plenitud. Aun así, no pudo mantenerse más en el grado en el que se encontraba, pues no sentía deseo alguno por ese estado. Por ende, ciertamente no pudo revelar todos los Sagrados Nombres.
Por eso, hizo que comiera del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, en concordancia con lo dicho en el siguiente versículo: “Venid y ved las obras de Dios, terrible en hechos sobre los hijos de los hombres”. Y a través de este pecado, todas las Luces se retiraron de él; por lo tanto, naturalmente fue forzado a comenzar su trabajo de cero.
Y el texto habla de esto diciendo que fue expulsado del Jardín del Edén, porque si hubiera comido del Árbol de la Vida, habría vivido para siempre. Este es el significado de la interioridad de estas palabras. Si uno entra allí, permanece ahí para siempre. Esto sugiere que nuevamente uno permanecería sin deseo alguno. Y para poder ir y revelar los Nombres Santos que se manifiestan a través de las correcciones del bien y del mal, tuvo que comer del Árbol del Conocimiento.
Esto se parece al ejemplo de la persona que desea entregarle a su amigo un gran barril de vino, pero que ve que su amigo sólo tiene una pequeña copa. ¿Qué termina haciendo? Vierte vino dentro de la copa y aquel la lleva a su casa, donde deposita su contenido en otra parte. Luego regresa con la copa nuevamente, y la vuelve a llenar con vino. De este modo, regresa otra vez a su casa; y esto una y otra vez hasta que termina recibiendo todo el vino del barril.
También escuché otra parábola acerca de dos amigos, uno de los cuales se convirtió en rey, mientras que el otro se volvió muy pobre. El segundo escuchó decir que su amigo se había convertido en rey, y fue hacia él y le contó sobre su desgraciada situación.
El rey le entregó una carta dirigida al ministro del tesoro, para que durante dos horas pudiera recibir todo el dinero que quisiera. El amigo pobre llegó a la tesorería con una pequeña caja; entró, y llenó la pequeña caja con dinero.
Al salir, el ministro pateó la caja y todo el dinero cayó al suelo. Esto se repitió una y otra vez, hasta que el pobre hombre dijo llorando: “¿Por qué me estás haciendo esto?” Ahora sí, dijo, todo el dinero que has tomado en todo este tiempo te pertenece, y podrás llevártelo todo. No tenías las vasijas para tomar suficiente dinero de la tesorería, y esa es la razón por la que se llevó a cabo esa treta.