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56. La Torá es llamada indicación

Lo escuché el 1 de BeShalaj, 2 de febrero de 1941

La Torá es llamada “indicación”, de las pa­labras “disparó” [13]. Significa que cuando uno se involucra con la Torá, siente su lejanía en la me­dida del esfuerzo que realiza. En otras palabras, se le muestra la verdad, es decir, su grado de fe, que es la base completa de la verdad.

La base para observar la Torá y las Mitzvot radica en la medida de fe que tengamos, ya que entonces nos parece que toda nuestra base está construida sobre el aprendizaje obtenido. Esto se [13] En hebreo la misma palabra se usa para disparar y para indicar algo, debe a que la crianza basta para que uno observe la Torá y las Mitzvot con todas sus complejidades y detalles, y todo aquello que se deriva de la edu­cación se llama “fe dentro de la razón”.

Sin embargo, esto es contrario a nuestra men­te, es decir, que la razón requiere que de acuer­do a nuestra adición a la Torá, nos sintamos más cerca del Creador. No obstante, la Torá siempre nos muestra más de la verdad. Cuando buscamos la verdad, la Torá nos acerca más a la verdad, y vemos la medida de la fe en el Creador.

Esto es así para que uno pueda pedir miseri­cordia y rezarle al Creador para que de manera genuina le acerque más a Él, lo cual significa ser recompensado con la fe en el Creador. En­tonces uno podrá alabar y agradecer al Creador por haberle concedido la gracia de haberlo traí­do a Su lado.

Sin embargo, cuando uno no alcanza a ver el grado de su distanciamiento, y cree que está constantemente sumando, vemos que construye sus estructuras sobre una base endeble, y no que­da lugar para rezarle al Creador con el fin de que le aproxime más a Él. Entonces, vemos que uno ya no tiene lugar para trabajar y esforzarse con el propósito de obtener la fe total, puesto que se esfuerza únicamente por aquello que necesita.

Por lo tanto, en la medida en que uno no sea merecedor de ver la verdad, ocurre lo opuesto. Cuanto más añadimos por medio de la Torá y las Mitzvot, lo hacemos en la medida de nuestra plenitud, y no encontramos ningún déficit en no­sotros mismos. Por eso, no tenemos espacio para esforzarnos y rezar a fin de que se nos conceda de verdad la fe en el Creador, porque cuando sen­timos corrupción debemos invocar la corrección.

Sin embargo, cuando uno se dedica de verdad a la Torá y las Mitzvot, la Torá le indica la ver­dad, porque tiene el poder de mostrar su verda­dero estado de fe (y este es el significado de “ser conocido”).

Cuando uno se dedica a la Torá y ve la verdad, es decir, su propio distanciamiento de la espiri­tualidad, y se da cuenta de que es una criatura tan insignificante, y que no existe nadie peor sobre la Tierra, la Sitra Ajra se manifiesta ante uno con un argumento diferente: de hecho, el cuerpo de uno es realmente muy feo, y es cierto que no existe alguien más feo en el mundo que uno.

Dice eso para causar desesperación, ya que la Sitra Ajra está temerosa de que uno se dé cuenta y llegue a corregir su estado actual. Por eso, la Si­tra Ajra concuerda con lo que uno dice, afirmán­dole que es una persona fea, y le hace entender que si hubiera nacido con habilidades mayores y mejores cualidades, podría haber trascendido su maldad y haberla corregido, y habría podido alcanzar Dvekut (Adhesión) con el Creador.

La respuesta a esto debería ser que aquello que la Sitra Ajra le dice a uno es mencionado en Maséjet Tahanit (pág. 20), según el cual Rabí Elazar, hijo de Rabí Shimon, llegó desde una to­rre cercada a la casa de su rabino. Estaba monta­do sobre un burro recorriendo la ribera, sintiendo gran regocijo. Y su estado mental era descortés, pues había estado estudiando mucha Torá.

Una persona que era muy fea se le cruzó en el camino y le dijo: “Hola, rabino”, pero este no le contestó. Luego expresó: “¡Qué vanidoso y qué feo es ese hombre! ¿Acaso todos los demás hombres de tu ciudad sois tan feos como tú?”. El rabino respondió: “No lo sé, pero anda a re­clamarle al artesano que me hizo, ‘¡qué fea es la vasija que has hecho!’”. Al darse cuenta de que había cometido un pecado, se bajó del burro.

Según lo que leímos antes, podemos ver que, a raíz de haber aprendido mucha Torá, se le con­cedió la posibilidad de ver la verdad acerca de la distancia entre él y el Creador, es decir, el grado de su distanciamiento o proximidad. A esto se refiere que su estado mental era descortés, pues vio la forma completa de quien es orgulloso, la cual consiste en su deseo de recibir, y entonces, pudo ver que en realidad era él mismo el más feo. ¿Cómo pudo ver la verdad? Por medio del estudio intensivo de la Torá.

De esta manera, ¿cómo podrá unirse a Él, dado que es una persona tan fea? Esta es la razón por la que preguntó si todas las demás personas eran tan feas como él, o si él era el único feo, mientras que el resto de las personas del mundo no lo eran.

¿Cuál fue la respuesta? “No lo sé”. Quiere decir que no sienten, por ende, no lo saben. ¿Y por qué no sienten? Por la sencilla razón de que no les fue concedido el poder ver la verdad, por carecer de la Torá, para que la Torá les mostrara la verdad.

A esto le respondió Eliyahu (Elías): “Ve al artesano que me hizo”, porque vio que había lle­gado a un estado del cual no podía seguir ascen­diendo. Por esa razón se le apareció Eliyahu y le dijo: “Ve al artesano que me hizo”. En otras palabras, debido a que el Creador te ha hecho tan feo, Él debe haber sabido que es con estos Kelim (Vasijas) que la meta puede ser alcanzada. Así que no te preocupes, avanza y ten éxito.

[13] En hebreo la misma palabra se usa para disparar y para indicar algo.

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