58. El regocijo es un reflejo de las buenas obras
El regocijo es un reflejo de las buenas obras. Si los actos u obras son de Kedushá (santidad), surge el regocijo. Sin embargo, debemos tener presente que también hay un discernimiento de Klipá (cáscara). Para poder saber si es de Kedushá, el escrutinio debe hacerse a través de la razón. En Kedushá hay una razón, y en la Sitra Ajra no hay razón. Esto se debe a que cualquier otro dios es estéril y no puede dar fruto. Por lo tanto, cuando uno llega a través del regocijo, debe profundizar en las palabras de la Torá para poder descubrir la mente de la Torá.
Además, debemos saber que el regocijo se entiende como una iluminación sublime que se manifiesta por medio del MAN [14], el cual se refiere a las buenas obras. El Creador nos sentencia donde nos encontramos. En otras palabras, si asumimos la carga del Reino de los Cielos por toda la eternidad, hay una luminiscencia inmediata y sublime que también se considera eternidad.
Incluso si uno ve de manera evidente que pronto caerá de ese grado actual, Él de todos modos sentencia allí donde uno se encuentra. Esto significa que si uno en ese momento ha decidido cambiar de opinión y aceptar sobre sí la carga del Reino de los Cielos por toda la eternidad, es considerado plenitud.
Sin embargo, si uno asume la carga del Reino de los Cielos sin desear que ese estado sea permanente, este asunto, este acto no es considerado plenitud, y como es natural, la Luz Superior no puede venir y reposar en él. Esto se debe a que esta Luz es plena y eterna, y no cambiará. En cuanto a la persona, sin embargo, el estado en el que se encuentra no será eterno, aunque así lo deseara.
[14] Siglas para Mein Nukvin (Aguas Femeninas)