66. La entrega de la Torá
En lo referente a la entrega de la Torá, que ocurrió en el Monte Sinaí, esto no significa que la Torá haya sido entregada sólo una vez, y que luego haya dejado de entregarse. Por el contrario: no existe ausencia en la espiritualidad, ya que ésta es eterna; no tiene fin. Pero debido a que, desde el punto de vista del que da, nosotros no estamos aptos para recibir la Torá, decimos que el cese es por cuenta del de Arriba.
Sin embargo, al pie del Monte Sinaí todo Israel estaba listo para recibir la Torá, según está escrito aquí: “allí Israel acampó ante el monte, como un solo hombre en un solo corazón”. En ese momento el público entero estaba preparado. Tenían sólo una intención, que era un solo pensamiento acerca de la recepción de la Torá.
No obstante, no hay cambios por el lado del Dador. Él siempre da. Está escrito en el nombre del Baal ShemTov que todos los días uno debe escuchar los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí.
La Torá es llamada “la Poción de la Vida” y “la Poción de la Muerte”. Debemos comprender cómo dos cosas tan opuestas pueden ser dichas acerca de un mismo sujeto.
Sabemos que no podemos alcanzar nada de la realidad así como ésta es, sino que alcanzamos todo de acuerdo con nuestras sensaciones. Y la realidad, en sí misma, no nos interesa en lo más mínimo. Por lo tanto, no alcanzamos la Torá en sí misma, sino sólo nuestras propias sensaciones. De este modo, todas nuestras impresiones obedecen sólo a nuestras sensaciones.
Por eso, cuando una persona está estudiando Torá, y la Torá le aleja del amor de Dios, esta Torá por cierto es considerada “la Poción de la Muerte”. A la inversa, si esta Torá que está estudiando le acerca al amor de Dios, por cierto que se considerará “la Poción de la Vida”.
Pero la Torá en sí, la existencia de la Torá en sí misma, sin la consideración del de Abajo, que es el que debe alcanzarla, es considerada “una Luz sin un Kli”; pues no implica logro ni alcance de ningún tipo. Por ende, cuando hablamos de la Torá, nos referimos a las sensaciones que la persona recibe de la misma; y sólo éstas son las que determinan la realidad para las creaturas
Cuando uno trabaja para sí mismo, esto recibe el nombre de Lo Lishmá (heb: no En/Para Su Nombre). Pero de Lo Lishmá llegamos a Lishmá (heb: En/Para Su Nombre). Entonces, si uno aún no ha sido recompensado con la recepción de la Torá, espera serlo en el siguiente año. Pero cuando uno ha obtenido la plenitud de Lishmá, no tiene nada más que hacer en este mundo; pues ya lo ha corregido todo, y lo ha vuelto hacia la plenitud de Lishmá.
Por esta razón, en cada año existe un tiempo para la recepción de la Torá; puesto que ese tiempo es el apropiado para un Itorerut (heb: Despertar) que se realiza desde Abajo. Esto se debe a que es el Itorerut del tiempo en el que la Luz de la entrega de la Torá es revelada a los de Abajo. Por eso (también) existe una Itorerut que se realiza desde Arriba, que les da la fuerza a los de Abajo para que puedan realizar el acto eliminatorio para poder recibir la Torá, del mismo modo que antes, cuando estuvieron listos para recibirla.
Por ese motivo, si uno anda por la senda que le llevará de Lo Lishmá a Lishmá, estará andando por la senda de la verdad. Entonces, debe esperar llegar a ser recompensado con alcanzar Lishmá; y así también ganar “la recepción de la Torá”.
Sin embargo, se requiere prudencia para siempre conservar la meta frente sus ojos; de lo contrario marchará en la dirección opuesta, puesto que la raíz del cuerpo consiste de la “recepción para sí mismo”. Por este motivo, éste siempre tiende hacia su raíz, que es la “recepción con la intención de recibir”; y que es contraria a la Torá, la cual (por el contrario) recibe el nombre de “el Árbol de la Vida”. Por eso es que el cuerpo considera a la Torá como “la Poción de la Muerte”.