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93. Acerca de las aletas y las escamas

Lo escuché en 1945

Para comprender lo que dijeron nuestros sabios, acerca “de lo que sea que tenga escamas, se sabe que (también) tiene aletas. Y de lo que sea que tenga aletas, no se sabe necesariamente que tenga escamas”.

En el Trabajo espiritual debemos interpretar el asunto de Kaskéset (heb: Escamas) como Kus­hiot (heb: Interrogantes) que tiene el hombre en el Trabajo de Dios. Las Kushiot son elementos para recibir excusas, ya que las excusas no se satisfacen por medio de la mente externa, sino específicamente por medio de la mente interna, que es la labor de la Luz Superior que reviste al hombre. Y de esta manera se asientan en él todos los interrogantes.

Por lo tanto, en la medida en que las interro­gantes aumentan, en ese mismo grado se viste la Luz Superior dentro del hombre. Por eso, las escamas se consideran entre los signos de pure­za, ya que a través de ellas uno puede llegar a purificarse mediante el hecho de desear evitar te­ner estas interrogantes. Por ende, uno hace lo que sea para purificarse, con el fin de llegar a ganar la Luz Superior.

Y una aleta es algo que también se encuentra entre los signos de pureza. Snapir (heb: Aleta) implica Soné-Pe-Or Elión (heb: Odiar-Boca-Luz Superior). Y el hecho de tener interrogantes se debe ciertamente al hecho de sentir odio por la Luz Superior. Pero quien tiene aletas no debe tener interrogantes. Uno puede odiar la Luz Su­perior, no porque tenga interrogantes, sino sim­plemente por codicia o gula, y por lo tanto decir: “de cualquier forma no iré”.

Esta es la señal de purificación; o sea, cuando tiene un pescado. Un pescado implica carne que está revestida de aletas y escamas. Esto signifi­ca que la Luz Superior ilumina a través de estos dos signos.

Pero cuando se trabaja en la Labor sin interro­gantes, esto no representa una señal de pureza. Esto se debe a que de esta forma uno no tiene lugar para la Luz Superior en su interior, pues no tiene una razón que lo fuerce a atraer a la Luz Superior, ya que incluso sin ella cree que se en­cuentra bien.

Por eso es que, cuando el Faraón Rey de Egip­to quiso mantener al pueblo de Israel bajo su do­minio, ordenó no dar Kash (heb: Paja), tal como está escrito: “Entonces el pueblo se dispersó por toda la tierra de Egipto para recoger rastrojos en lugar de paja”. De este modo jamás necesitaría que el Creador lo liberase del dominio de “la impureza” para llevarlos a Kedushá (heb: San­tidad).

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