211. Como si estuviera erguido ante un rey
Aquel que está sentado en su casa no se parece a aquél que está parado ante un Rey. Esto quiere decir que la fe adecuada debe hacerlo sentir a uno como si estuviera todo el día parado ante el Rey. De este modo su amor y temor ciertamente estarán completos. Y no debe descansar mientras no alcance este grado de fe, “pues ese es el sentido de nuestra vida y de nuestros días”, y no aceptaremos ninguna (otra) recompensa.
Y la falta de fe debe ser tejida sobre los miembros de uno hasta que la costumbre se convierta en una segunda naturaleza, al grado que “cuando me acuerdo de Él, Él no me deja dormir”. Pero todas las cuestiones corporales apagan o extinguen su deseo, pues uno puede ver, respecto de toda cosa que le proporcione placer, que en cuanto obtiene el placer, este cancela la carencia y la necesidad por el mismo, y por ende también el dolor.
Sin embargo, uno no debe desear consuelo, y debe cuidarse de cualquier cosa material que reciba, para que esta no extinga su deseo. Esto se consigue por medio de lamentar que, a través de este placer, las chispas y el poder de las vasijas de Kedushá (heb: Santidad) le estén faltando; es decir, los deseo de Kedushá. Y a través de la aflicción y el dolor, podemos guardarnos de perder las vasijas de Kedushá.