217. Si yo no soy para mí, ¿quién será para mí?
“Si yo no soy para mí, ¿quién será para mí?. Y cuando soy para mí, ¿qué soy?” Estos dos discernimientos representan una paradoja. El hecho es que uno debe trabajar totalmente de acuerdo a la máxima de “Si yo no soy para mí, ¿quién ha de ser para mí?”, entendiendo que no hay nadie que lo pueda salvar; pero “en tu boca, y en tu corazón, que puedas realizarlo”; es decir, conforme a la forma de recompensa-castigo. Sin embargo, en su fuero interno uno debe saber que “cuando yo soy para mí, ¿qué soy?”. Esto implica (en realidad) que todo se encuentra en el campo de la Providencia Individual, y que no hay nadie que pueda hacer nada al respecto.
Y si se dice que todo se encuentra dentro -y depende de -la Providencia Individual, ¿por qué debemos trabajar a modo de “si yo no soy para mí, ¿quién será para mí?”? Pues trabajando a modo de “si yo no soy para mí, ¿quién será para mí?” uno logra y recibe la Providencia Individual. De esta manera, todo sigue el camino de la corrección. Y la división del deber y de la Torá, que se llama “los Hijos del Creador”, no se revela a menos que sea precedida por trabajo bajo la forma de “si yo no soy para mí, ¿quién será para mí?