218. La Torá y el Creador son uno
“La Torá y el Creador son Uno”. Durante el Trabajo, ciertamente, representan dos cosas diferentes. Es más, se oponen mutuamente. Esto se debe a que el discernimiento del Creador es el Dvekut (heb: Adhesión), y el Dvekut implica equivalencia, ser cancelado de la realidad (y uno siempre debe representarse cómo hubo un tiempo en el que tenía muy poco Dvekut, y cómo era llenado con vitalidad y placer. Siempre debe aspirar a encontrarse en Dvekut, puesto que una entidad espiritual no puede dividirse en dos. Incluso si se trata de un asunto que le llene, siempre debe quedarse con lo bueno. Y debe representarse el tiempo que tenía, ya que el cuerpo no percibe lo negativo, sino lo existente; o sea, estados que ya tuvo. Y el cuerpo puede tomar estos estados como ejemplos).
Y la Torá recibe su nombre de “la Luz” que hay en ella. Quiere decir que durante el estudio, cuando uno percibe la Luz y desea otorgarle al Creador por medio de esta Luz, sigue la máxima que dice “Aquél que conozca el mandamiento del Amo Le brindará servicio”. Por ende, siente que existe y que desea otorgar al Creador; y esta es la sensación de uno mismo.
No obstante, cuando uno adquiere el discernimiento de “la Torá y el Creador son Uno”, descubre que todo es Uno. En ese instante percibe al Creador en de la Torá. Uno siempre debe anhelar la Luz que hay en ella. Y podemos obtenerla con lo que estamos aprendiendo, aunque es más fácil encontrarla implícita en asuntos de recepción.
Y durante el Trabajo existen dos extremos. Uno es traído hacia el discernimiento del Creador, en cuyo tiempo no se puede estudiar la Torá y se aspira a los libros de Jasadim. Y (por otro lado) está quien ansía la Torá para conocer los caminos de Dios, los mundos, sus procesos, y por cuestiones de Guía y Dirección. Estos son los dos extremos. Pero en el futuro, “aplastará la frente de Moab”; o, con otras palabras, ambos están incluidos en el árbol.