219. La devoción
El Trabajo debe ser con amor y con temor. Respecto del amor, es irrelevante decir que debemos estar volcados al mismo, ya que es natural, puesto que el amor es tan feroz como la muerte; pues, tal como está escrito: “el amor es tan fuerte como la muerte”. En cambio, la devoción debe concernir sobre todo al temor; o sea, cuando uno aún no siente el sabor del amor en el estado de servidumbre, pues este aún es visto por él como un estado forzado.
Existe una ley que señala que el cuerpo no puede sentir algo que sea forzado, pues está construido de acuerdo a la corrección. Y la corrección establece que el estado de servidumbre también debe basarse en el amor, pues este es el propósito del Dvekut, tal como está escrito: “en un lugar donde hay Labor, está la Sitra Ajra”.
El estado de servidumbre, que debe basarse principalmente en la devoción, corresponde al discernimiento del temor. En ese momento, el cuerpo entero se opone a su trabajo, ya que no siente sabor en este estado de servidumbre. Y con cada cosa que hace el cuerpo, este calcula que este estado de servidumbre no es pleno ni completo. De esta forma, ¿qué ha de obtener uno de su Trabajo?
Entonces, puesto que no descubre la validez ni el sabor en este estado de servidumbre, uno puede sobreponerse a esos reclamos sólo a través de la devoción. Esto quiere decir que uno percibe la servidumbre como algo amargo, y cada acto le provoca un sufrimiento terrible, pues el cuerpo no está acostumbrado a trabajar en vano: el trabajo debería tender a beneficiar a uno mismo o a otros.
Pero durante el (estado de) Katnut (heb: Pequeñez) uno no siente ningún beneficio para sí mismo, ya que en ese momento no siente ningún placer de su servicio. Y además, no cree que haya algún beneficio para otros, debido a la poca importancia que él mismo le de a esto; entonces, ¿qué placer podrían recibir otros de esto? Así, el sufrimiento que deriva de esta situación es grande. Y cuanto más trabaja, más aumenta el sufrimiento. Pero finalmente el sufrimiento y el Trabajo se acumulan en uno a tal punto que el Creador se apiada de él y le da a él el sabor o gusto del servicio hacia Él. De este modo, está escrito: “Hasta que el espíritu sea vertido sobre nosotros desde lo Alto”.