Por: Eli Vinocur
La subida del nivel del mar, el aumento de la radiación, la expansión de los desiertos, el alocado clima, la disminución en la cantidad de oxigeno e incluso ataques de insectos, la gripe aviar y la gripe porcina y otras epidemias fatales – son solamente una parte de los fenómenos que rompen la serenidad del planeta últimamente.
Y si todo esto nos parece “internacional” y lejano, a continuación comprenderán cuan cercanos a nosotros están estos fenómenos. Uno de los resultados del calentamiento del planeta produce extremismo en las lluvias – fuertes lluvias en periodos cortos en vez de periodos de lluvias prolongados y más moderados. ¿Esto qué significa? Que será más dificultoso acumular agua, lo que puede resultar perjudicial para el consumo de agua potable y en dañino para la agricultura.
Así como señaló el grupo de asesores de la Casa Blanca, si USA y otros países no obran lo suficientemente rápido para frenar los cambios climáticos, sucederán cambios que los científicos denominan “puntos cruciales” – el derretimiento y la desaparición del hielo flotante en los meses de verano en el océano árctico.
Según los asesores, estamos a una distancia de seis años de ese “punto crucial”, y de llegar a él, fuera de duras condiciones de sequía, nos esperan la falta de alimentos en ciertas zonas del mundo, la subida del nivel del mar y fuertes tormentas en otras zonas.
La situación está tan mal, que John Haldern, el asesor científico de Barak Obama, el presidente de USA, considera seriamente “disparar a las capas superiores de la atmosfera partículas de azufre”, para enfriar el planeta artificialmente.
Resulta que a partir del momento en el que Don Picapiedras entendió que puede utilizar el entorno para beneficio propio, comenzó un proceso extenso y lento de deterioro, que fue acelerando potentemente a partir de la revolución industrial. ¿De qué estamos hablando?
El precio del crecimiento
La revolución industrial trajo consigo muchos cambios: mejoró los métodos de trabajo y producción, elevó el nivel de vida, provocó la transición masiva desde el campo a las nuevas ciudades que fueron construidas y condujo a revoluciones sociales, culturales y educativas. Todos estos procesos se conectaron más y más y garantizaron felicidad y prosperidad, pero más que nada, marcaron nuestra llegada a un grado nuevo y sin precedente en el desarrollo humano – la “globalización”.
Cuando la globalización recién comenzó a cobrar vida, los especialistas nos dijeron que las conexiones ciñéndose entre nosotros nos conducirán a hablar en un mismo idioma, nos permitirán pasear donde queramos y nos abrirán las puertas a contactos económicos, políticos y sociales que no hemos conocido aun. Y efectivamente, así fue. Solo que, así como hemos descubierto últimamente, y estamos aun sintiendo en carne propia, la definición de la palabra “global” es, cómo decirlo, mucho más amplia.
En la última crisis económica y en la crisis ecológica, que está ya cobrando fuerza, hemos descubierto que “global” no es solamente comunicarse con los amigos por el iPhone, mientras comemos un McDonald’s en Tailandia sobre mesas plásticas fabricadas en China, sino también depender de muchas personas. Sin darnos cuenta, han cambiado las leyes del juego; una noche nos fuimos todos a dormir, y al otro día fue como si hubiéramos despertado en la casa del “Gran Hermano”. De un estado en el que cada uno rema hacia delante de forma personal, pasamos al estado en el que todos remamos en un solo bote global, completamente pendientes el uno del otro. En una paráfrasis sobre lo que ha escrito últimamente el prestigioso columnista del New York Times, Thomas Friedman, se puede decir que en el mundo global en el que vivimos hoy, cuando alguien en el otro lado del planeta se rasca una oreja o se da vuelta en la cama, aquí debemos buscar refugio…
El hombre - de “lobo” a “garante”
Todo está muy bien, se puede decir, pero - ¿por qué no seguir beneficiándonos a cuenta de los demás? ¿Cómo es que, de pronto, el comportamiento egoísta del hombre se convirtió en un problema? Después de todo, el ego no es algo nuevo, hace muchos años que está con nosotros…
Esto es cierto. Por ello es que el ego es sólo parte del problema. La novedad está en el cambio que se formó en las relaciones entre nosotros. De momento que las personas se conectaron unas a otras en conexiones que no se pueden disolver – la realidad cambió. Es decir, el problema no está sólo en nuestro creciente ego sino en el hecho de que actuamos egoístamente, mientras vivimos dentro de la naturaleza, que es un sistema cerrado – cada acción que tú haces afecta a los demás, pero también regresa a ti como un boomerang y te golpea.
Aunque a veces nos cueste justificar un lince que ataca una cebra, hay que comprender que este lo hace solamente porque tiene hambre, y no por placer o deseo de sentirse superior. El lince abandona el cadáver y se aleja al sentirse satisfecho. El hombre, sin embargo, es la única criatura en la naturaleza que goza con su superioridad sobre los demás; la única criatura que desea explotar su entorno para beneficio propio, que jamás se contenta con lo que tiene, que toma del entorno mucho más de lo que realmente necesita y goza cuando los demás sufren.
En la base del comportamiento humano que moviliza los sistemas económicos y sociales se encuentra el ego, que siempre prefiere el estrecho interés propio en vez del bienestar general. Y aquí es que entra a tallar el aspecto, que lamentablemente no reconocemos lo suficiente – queramos o no, nosotros también somos partes del sistema de la naturaleza. Y el hecho de que observamos la naturaleza desde “arriba”, como si no perteneciéramos a ella, nos crea un problema.
Mientras que la ley que dirige toda la naturaleza aspira a mantener el equilibrio y la armonía, el pensamiento que motiva al hombre es completamente contrario, y se resume en “cómo explotar más la naturaleza y el prójimo”. Sin darnos cuenta, estamos cortando la rama sobre la que estamos sentados.
En su libro “Introducción a la Ecología – la vida en su entorno”, escribió el profesor Dan Cohen: “En la última década, es de muy común aceptación hablar de la ecología y la actitud hacia el hombre, pero existe cierta imprecisión en los términos en este concepto. El término “ecología” no significa agua limpia o aire limpio, sino la generalidad de procesos que actúan en la naturaleza. El hombre, por supuesto, es parte del sistema ecológico”. Es decir, el hombre también es parte del sistema de la naturaleza, y tal como demuestran recientes investigaciones en ciencias naturales y ciencias del entorno, cuando un individuo en la naturaleza sale de su equilibrio, saca a la vez a todo el sistema de su equilibrio. En los últimos cientos de años desarrollamos medios de transporte contaminantes, construimos industrias, creamos el plástico entre otras cosas, para agrandar más y más las ganancias. Quisimos una vida más cómoda “a costillas del planeta”. Nos olvidamos de considerar a los que nos rodean y al entorno en el que vivimos – pero el planeta ¡no se queda “de brazos cruzados”! En su especial y dolorosa manera, eligió decirnos: “amigos, calmen un poco, hay un límite de cuanto se puede explotarme. ¡Compónganse! Al fin de cuentas, somos socios”…
Por lo tanto, si realmente queremos ayudar a la naturaleza, debemos empezar de la causa que provocó el desequilibrio – el hombre.
Aun estamos dormidos
Pero, a pesar de los guiones apocalípticos que nos presentan los científicos, y a pesar de que hoy todos comprendemos que existe un problema con los recursos, y tenemos noción de la crisis del agua, el ozono y el clima, seguimos produciendo plástico, expeliendo gases de efecto invernadero, quemando materiales tóxicos y vertiendo aguas negras al mar.
Es cierto que la ambición y la explotación exagerada de los recursos no son las únicas razones de la crisis ecológica, pero no hay duda que el “exprimir” sistemáticamente el planeta mucho más de lo que este puede dar, sin considerar las implicaciones del hecho sobre el planeta y otras personas, ha contribuido bastante al rudo deterioro en la salud del planeta sobre el que debemos subsistir, queramos o no.
Así actuamos. Por un lado hemos avanzado muchísimo, desarrollamos nuevos medicamentos, inventamos nuevos e interesantes artilugios, prolongamos la expectativa de vida y estamos erradicando el analfabetismo, pero por otro lado, estamos arruinando el mundo y excavando nuestra propia fosa – para nosotros, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos.
El punto hebreo
Entonces, ¿se puede hacer algo? Sin duda, todavía se puede. Primeramente – es conveniente empezar a considerar un poco al planeta. Segundo – debemos entender que todos vivimos en el mismo planeta redondo y pequeño y que todos estamos conectados unos a otros. Es tan simple. Piénselo: ¿quién volcaría basura dentro de su propia casa?, ¿quién se comería todo lo que hay en el refrigerador y no dejaría nada para sus familiares?, ¿quién tiraría basura dentro de la piscina particular, sabiendo que su hijo no podrá entrar a ella porque el agua está contaminada? Y ¿quién, a sabiendas de que sus hijos jugarán en el patio fuera de la casa, tiraría allí materiales tóxicos y cancerígenos?
No todo está perdido aun. El cambio puede llegar, pero debemos comprender que no hay a donde escapar. Este planeta es de todos, y todos debemos vivir en él juntos, pendientes unos de los otros. El hombre ya no es una isla asolada, sino una parte inseparable del resto del mundo, una parte muy influyente que puede ser muy peligrosa, pero de la misma manera también el individuo puede provocar un cambio. Y aquí entra el ángulo judío.
La polémica sobre las profundas conexiones que existen entre los hombres y entre ellos y la naturaleza ocupó muchísimo a los sabios judíos mucho antes de que Dennis Meadows y sus compañeros de la Universidad MIT escribieran el libro “Limites de Crecimiento” (“The limits to Growth”), en un intento de parar la relación unilateral entre el sistema del planeta y el sistema humano.
En diferentes escrituras estos sabios han discutido la naturaleza humana y la del mundo e intentaron dar una solución al choque entre las dos. Se refirieron a la naturaleza como a un sistema armónico y completo – no solo piedras, mares, arboles y animales, sino también como una especie de legalidad responsable del apropiado funcionamiento de todos los individuos en el sistema, que embarca toda la realidad, y aspira a llevar todo a un equilibrio y armonía. De esto escribió el Rav Abraham Yitjak ha Cohen Kook (HaRaAYaH): “El hombre se pregunta qué necesidad hay en toda la cantidad de actos y criaturas extrañas y múltiples, y no entiende cómo todo esto es un solo conjunto… no existe un solo punto que esté de más, todo es necesario y todo sirve para su propósito. Tú estás en todo lo que está debajo de ti, y estás conectado y subes con todo lo que es superior a ti y te supera… y así es que se forman todas las criaturas del mundo en una sola división, y naciones y partidos, y los que sostienen una opinión y distintos caracteres, construyen juntos un mundo entero, que está lleno de vigor y gloria en conjunto” (“Luces de la santidad” –parte II, página 361-363), y a esto agrega Rav Yehudá Liev ha Leví Ashlag, en un lenguaje que pareciera tomado de las palabras del filosofo Baruch Spinoza en “Tratado para mejoramiento del intelecto”: “Y para que no tenga que traer estas dos lenguas, de aquí en adelante, o sea, naturaleza y protector, que no hay ninguna división en la existencia de las leyes tal como lo he demostrado, por lo tanto lo mejor es que lleguemos a un común acuerdo y aceptemos las palabras de los cabalistas, que la “naturaleza” equivale a “Dios”- en guimetria, del hebreo equivalente al número 86 – y entonces podré nombrar las leyes de Dios con el nombre de preceptos de la naturaleza, o viceversa, ya que son lo mismo, y no estaríamos prolongando el comentario basándonos en la nada. Y a partir de ahora, es importante para nosotros, ver los preceptos de la naturaleza para saber qué nos exige esta y evitar que nos castigue sin compasión, como es sabido, y hemos dicho que la naturaleza obliga a la especie humana a vivir una vida social y esto es simple, pero debemos observar los preceptos que nos exige la naturaleza de obrar desde esta observación, o sea, desde el punto de vista social. Y cuando nos observemos en forma general y procuremos de obrar en la sociedad únicamente por dos mandatos que se pueden definir como “recibimiento” y “otorgamiento” (entrega al prójimo, amor al prójimo)”.
En otras palabras, cada miembro está obligado por parte de la naturaleza a recibir sus necesidades de manos de la sociedad, y también se le exige otorgar por medio de su trabajo al bienestar de la sociedad. Al no cumplir con alguno de estos dos preceptos será castigado sin piedad, como se ha escrito.
En el mandamiento de recibimiento, no se necesita demasiado miramiento, ya que el castigo ocurre de inmediato si no es cumplido, ya que recibir no se considera trabajo mayor. Sin embargo el segundo precepto, el “otorgamiento a la sociedad”, es menos cumplido dado a que el castigo no nos llega de inmediato al no cumplirlo y de hecho, el castigo nos llega de forma indirecta.
Por lo tanto, sigue la humanidad probando la espada y el hambre, y en toda su historia no ha cesado de hacerlo. Y lo más increíble es que la naturaleza, como un juez de alta profesión, nos castiga según su consideración por nuestro desarrollo, ya que podemos comprobar con nuestros propios ojos que así como la humanidad va desarrollándose, así van aumentando los tormentos y sufrimientos para conseguir nuestra economía y sustento.
Está a nuestra vista la base científica experimental de que su Providencia nos ha mandado cumplir con todas nuestras fuerzas el precepto de “otorgamiento al prójimo” de forma precisa, de manera que ninguno de los miembros de nuestra sociedad pueda disminuir su esfuerzo necesario para el éxito de la sociedad y su bienestar, y mientras seamos perezosos para cumplirlo no dejará la naturaleza de castigarnos y tomar su revancha de nosotros.
Parte de nuestros sabios atribuyeron a la naturaleza una meta superior. Algunos identificaron la naturaleza con la Fuerza Superior (en oposición a la naturaleza del hombre que se define como egoísta y por lo tanto es contraria a ella), y otros simplemente se han maravillado por su gloria y trataron de aprender de esto sobre las relaciones que debemos establecer entre nosotros para mantener esta naturaleza y a nosotros mismos.
El personal docente, del que formo parte en el colegio donde imparto clases, ha estado diseñando un proyecto de “ecología medioambiental” con el deseo de investigar estas relaciones junto con los alumnos, y medir la relevancia de esto en nuestros días, en los que el mundo se ha convertido en una pequeña choza en la que sus habitantes deben comenzar a levantar sus cabezas y mirar alrededor y reconocer que existen más personas en el mundo.
Los autores del proyecto se han puesto como meta contactar entre los dos importantes ejes que he mencionado y que gozan de muy poca atención de parte del público en general y de la juventud en especial.
Primeramente – el elemento tradicional – no es secreto que muchos de los jóvenes de hoy se han alejado de cualquier tipo de actividad basada en la cultura tradicional, la cual les parece anticuada y poco relevante para sus vidas y el mundo moderno. Esta realidad enfatiza muchísimo más el vacío moral que se ha abierto en los últimos años entre los jóvenes, quedándose sin recibir respuestas de otro origen. A pesar de que en el mundo entero se dedican recursos para investigaciones y para elevar el reconocimiento del problema, mientras comités ecológicos se organizan con urgencia en distintas partes del mundo, y muchos países sienten en carne propia el problema, aun hay muchos países donde el tema se deja a un lado.
La meta del proyecto es resaltar estos dos aspectos, por medio de una combinación especial y fascinante entre la relevancia del problema ecológico considerando el mundo global, y la solución que nos aconsejan los filósofos judíos para este problema. Todos tenemos esperanzas de que por medio del proyecto podamos exponer a los jóvenes a dos mundos fascinantes, interesarlos en el tema y finalmente motivarlos a obrar – convertirlos en embajadores de la cultura y el tema ecológico dentro de los colegios y fuera de estos.
Piensen en esto: la verdadera solución para el problema ecológico y moral que se revela en nuestra generación realmente está dentro de la educación, y esto no es cliché. Es suficiente con que eduquemos una generación a dirigirse de otra forma uno al otro y al entorno para cambiar radicalmente la cara de la humanidad. Después de todo, esta es la generación que educará a las generaciones venideras…
Por más sorprendente que suene, nosotros vemos en este proyecto uno de los mejores caminos para permitirle al alumno conocer el mundo global en el que vive y diseñar su identidad como un individuo que sale a la vida preparado para vivir en el siglo veintiuno – un individuo educado consciente de los vientos de la época, pero especialmente comprometido a la sociedad en la que vive y consciente de su importante rol en ella.
“Frente a nosotros hay un mundo entero, espacios, distancias, profundidades, vida, luz que no es usada ni investigada – inmerso, hombre, dentro de la profundidad de este inmenso mar, ¡abre todos los espacios de tu corazón y todos los cuartos de tu espíritu al fluido de la vida y de la luz – vive! ¡Vive con todos tus átomos, vive el mundo! ¡Vive – y verás que aun hay lugar para el amor, la fe, la ideología, la creatividad! Y, ¿quién sabe? ¡Quizás todavía existan mundos que ni siquiera tienes idea sobre ellos!
…y en ese día abrirás los ojos, hombre, y mirarás directamente a los ojos de la naturaleza y verás en ellos tu imagen. Y sabrás, que has regresado a ti mismo, porque al ignorar la naturaleza, te has ignorado a ti…
…entonces conseguirás la eternidad del momento. Entonces sabrás cuál es tu riqueza, que grande es tu gobierno, que abundante es la bendición que te sostiene.
Y amarás aquel día todo lo que está, y amarás al hombre, y te amarás también a ti – porque tu corazón estará colmado de amor. Y confiarás en ti mismo y en el hombre porque estarás lleno de vida”. (A.D. Gordon, “El hombre y la naturaleza” - capitulo segundo, “Extracción de las raíces del alma de la naturaleza”).