La gente ve a Jerusalén como la capital espiritual del mundo. Es realmente un lugar sagrado para todas las religiones. Es precisamente el lugar más sagrado del mundo. Es el centro del mundo, porque existe acá una fuerza especial que es percibida en cada uno, en forma especial.
"El Mesías está a las puertas de Jerusalén, esperando que los seres humanos sean meritorios de la redención.
Está encadenado y necesita personas plenas que lo liberen de su encierro".
"Ya le es suficiente de Jasidim, suficiente de ir a lo ancho. Ahora está indagando hacia el fondo de las personas de virtud".
Rabí Menájem Mendel de Kotsk
¿Qué es esta fuerza que se encuentra de pronto en el hombre y actúa en él atrayéndolo a Jerusalén? El hombre comienza a sentir la raíz espiritual que hay en esta ciudad, que existe dentro de nosotros, al lado de nosotros. Es en esta raíz que hay una vida espiritual, la vida eterna, la fuerza del amor.
Hay piedras, hay calles, pero esta ciudad no la sentimos. La Jerusalén verdadera es posible sentirla sólo dentro de un corazón corregido.
El corazón del hombre
Todo lo que tenemos en este mundo se desarrolla y desciende desde las alturas hasta lo bajo, y por esto tenemos la Jerusalén Superior y la Jerusalén inferior. Corazón, que es la Maljut en lo alto y corazón del hombre en lo bajo. Si queremos que se construya esta ciudad tendremos que construir primero a nuestros corazones: corregirlos.
¿Qué es el corazón? Corazón en la espiritualidad es el deseo del hombre. Sí, el deseo es limitado en que el hombre sólo quiere arreglarse en este mundo en comida, sexo, honor, con todo lo que tiene en este mundo. Quiere ser conocido, famoso; es simplemente su corazón, su corazón egoísta.
Entonces este mundo le es suficiente y no necesita la Jerusalén espiritual. Y si no le es suficiente este mundo, busca y siente que algo le falta, entonces anhela elevarse por encima de este mundo y sentir el mundo espiritual.
Y entonces su corazón anhela la corrección, desea liberarse de sus deseos egoístas. Esto no ocurre repentinamente. El hombre primero construye un muro entre todos sus deseos, entre los deseos puros y los impuros, entre sus deseos egoístas y altruistas. Es como el muro de la ciudad
Un muro
El muro que rodea la ciudad es una guardia. Cuando el hombre corrige su corazón, para que su corazón sea como Jerusalén, tiene que distinguir en su corazón entre los buenos pensamientos, con lo que quiere avanzar hacia la santidad, y los malos pensamientos que todavía no están dirigidos hacia la santidad, y diferenciarlos unos de los otros.
Y entonces construir entre ellos un muro, que cuide de los deseos de santidad para que no se dañen por los deseos que aún no están corregidos. Y cuando tenga este muro dentro de él, se construirá la ciudad.
Es un trabajo difícil dividir y diferenciar entre los deseos, porque nuestro ego presiona todo el tiempo y juega con nosotros. El ego nos impulsa, despertado en nosotros deseos cada vez más grandes, y lo principal es no desanimarse.
Es necesario cuidar como una flor especial, que haya un gran deseo por la espiritualidad. Tenemos que ser como el ciego: no ver; y como el sordo: no escuchar, los consejos lógicos y egoístas. Y si después de todo, a pesar de todo, el hombre quiere salir de su mundo egoísta
Quiere salir de él y entrar a la Jerusalén de arriba ¿qué hará? Tendrá que buscar la entrada que lo llevará hacia dentro de la ciudad.
Las puertas de la ciudad
Las puertas de la ciudad es un lugar donde el hombre se hace en contra de este atributo que se llama "puerta". Su corrección, que llega a la equivalencia de la forma con este atributo especial que se encuentra en todo el muro. Entonces, se le abre una entrada y él se adentra en ella.
La verdad es que no tiene que haber una puerta sino un muro. Yo llego al muro y el muro es la condición, que si yo cumplo esta condición, se abre una entrada y yo paso por ella. Pero de todas maneras, puesto que hay tantas condiciones alrededor de la ciudad, porque la ciudad es el conjunto de muchos deseos, entonces hay ciertos puntos, es decir, atributos especiales. Si el hombre se iguala a éstos, si alcanza sus alturas, entonces entra por eso.
En el muro hay lugares que simbolizan estos atributos especiales, que cuando el hombre los adquiere, le corresponde el derecho de entrar, le corresponde la pureza, recibir la pantalla conforme al muro. Porque el muro es la pantalla, entonces recibe esta pantalla y pasa hacia la ciudad.
Este atributo tiene que ser de otorgamiento, el atributo de entrega. Dentro de la ciudad el dominio es de otorgamiento absoluto y fuera de la ciudad la cualidad es de recepción, el egoísmo.
Y entonces, para pasar el muro, el hombre tiene que pasar de un salto, un cambio interno en su corazón: del egoísmo al altruismo
El camino
El camino por el que te acercas a la Jerusalén espiritual, son los errores, las confusiones, sensaciones de desesperación, falta de fuerzas. Son los mismos estados en los que te sientes que avanzas y abandonas y a pesar de todo lo sigues y te vas corrigiendo. Eso es lo que se llama avanzar y acercarse a Jerusalén.
Es por ello que es bueno que existan fallas y molestias, que te desvíen del camino. Esto precisamente te da la habilidad repentina de levantarte, examinarte a ti mismo. Y de este lugar, en el que te encuentras, dirigirte a ti mismo, de una forma más exacta, a la Jerusalén superior.
Y cada vez Jerusalén te parece distinta, y tus estados son distintos. Pero precisamente, de todas las formas, de todas estas experiencias diversas, se le abre al hombre la ciudad superior.
Guerra
En nuestro corazón hay hoy día destrucción. Miren ente mundo, está roto en pedazos. Las guerras y los sufrimientos lo sacuden. Cada uno en este mundo es como una célula cancerosa que vive sólo para sí misma, se come a las demás. Lo mismo con Jerusalén: nosotros la estamos despedazando.
¿Cómo puede ser que en una situación como la actual se puedan despertar de pronto las cualidades de Jerusalén: temor de unión y amor, la Jerusalén de adhesión si no hay unión entre sus habitantes?
Todavía vendrán grandes batallas por Jerusalén en el futuro, y se trata principalmente de batallas espirituales. Porque las fuerzas de cáscaras y las fuerzas de santidad, estas fuerzas quieren aferrarse continuamente al lugar en donde tiene que morar la Luz Superior.
Y estas fuerzas no cesarán hasta el fin de la corrección, cuando tendrá lugar la batalla más grande de todas, conocida como la culminación de la guerra de Armagedón que ya se encuentra en pleno ataque.
Temor completo
Todos los secretos se encuentran en el nombre de Jerusalén.
Jerusalén, es decir, el temor más elevado y corregido, el temor completo. El temor por si estoy corregido hasta la altura, hasta el estado en el que tengo miedo, en el que temo por si seré capaz de dar todo mi amor al prójimo.
Y entonces, sobre este temor que yo siento, se abre en entendimiento del método, del sistema de las luces, sistema de fuerzas. Y entonces el hombre es fe, las fuerzas del Mesías, de la palabra "jalar", que estas fuerzas lo jalan, lo jalan del egoísmo al altruismo, del odio al amor, de la Jerusalén inferior a la Jerusalén Superior, al Templo.
El templo
El lugar del templo es el lugar donde se concentran las fuerzas espirituales. En este lugar existían los símbolos de la propiedad de santidad. Que estas fuerzas que operan en la espiritualidad y el hombre se aferraba a ellas, lo dominaban de acuerdo a sus deseos.
Y la gente anhelaba venir para poder unir lo material con lo espiritual, que también a nivel material hacían los mismos hechos que realizaban en sus corazones en el Templo interior, en el corazón del hombre.
El hombre traía al templo, a las piedras, los frutos. Traía sus ofrendas, sus diezmos, es decir todo lo que hacía, todo lo que producía lo traía acá para bendecir su trabajo. Era como el símbolo de la misma tendencia espiritual, que había en su corazón.
En esos tiempos no habían libros de oración. La gente venía al templo y de manera directa, desde lo más profundo de sus corazones, decían lo que sentían. Así hablaban con la Fuerza Superior y no necesitaban de palabras. En el Templo habían personas que les servían, los sacerdotes, que en su totalidad ya estaban limpios del ego mundano, y se elevaban por sobre todos sus deseos hacia el otorgamiento, hacia el amor absoluto. Y sólo a estos sacerdotes les era permitido recibir ofrendas o diezmos, porque ninguno de ellos podía recibir para ellos mismos, y todo lo que recibían lo entregaban al templo.
Estos sacerdotes, es decir, estos deseos, quieren del hombre una sola cosa: traer a este mundo el conocimiento de la Fuerza Superior. Estos grandes y elevados deseos existen en cada uno de nosotros. Vendrán los días y estos se despertarán en nosotros, estos sacerdotes.
Ruina
La destrucción del Templo causó que sea un lugar de ruina para la santidad. Con eso se fortalecieron las cáscaras, las fuerzas de impureza, las fuerzas egoístas. Y desde entonces rodean este lugar, queriendo robar de él toda la abundancia y el poder. Y así realmente lo hacen y sienten las fuerza de ellos.
De lo contrario nosotros no sentimos la fuerza de ellos sino una debilidad, un vacío, una desdicha que en realidad no son ellos sino nosotros que tenemos que comenzar la corrección. Y nosotros somos los que tenemos que llevar a todos a la corrección, a la elevación espiritual. Y entonces, también ellos en contra de sí mismos, también se elevarán en la santidad y desaparecerán las cáscaras. Y, como está escrito, mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones. Habrá un solo Templo para toda la humanidad.
Una vez, cuando estuve en los Estados Unidos, me quedé un sábado en una pequeña ciudad llamada Jebson, al norte del país, una ciudad realmente pequeña. Estuve en un hotel y mi vecino del hotel, con él me iba al jardín. Él era un alemán, un hombre sencillo, dedicado al trabajo físico, se notaba por sus manos. Y él se dio cuenta de inmediato que yo era judío. Me preguntó que de dónde yo era, le dije que de Israel. Y entonces me hizo una sola pregunta, realmente una pregunta profunda, la hizo con dolor: "¿ Por qué ustedes no construyen el Templo?" Entonces le dije: "¿Cómo se puede construir el Templo si en el corazón tenemos destrucción?" Y él entendió eso. Me dijo "Empecemos por esto"
Plegaria
Comencemos del corazón, pidiendo correcciones. Pidiendo correcciones se llama plegaria. No es lo que está escrito en el libro, no, es lo que está escrito en el corazón del hombre: una súplica de fuerza.
Pedir la fuerza que nos eleve de este mundo al espiritual, de los deseos egoístas a las virtudes altruistas de otorgamiento y amor. Si ruegan por todo esto, tienen que recibir respuesta. Y esta pared, el muro, el Kotel, tiene que otorgarles la pantalla, porque el Kotel es el Masaj. Y si tiene un Masaj se construirá el tercer Templo en su corazón.
Y sólo si se construye en su corazón, entonces el hombre podrá describirlo y escribir acerca de ello hasta los más pequeños detalles. Cada detalle en el Templo es la conexión del hombre con el Superior. La oración verdadera es una sola, la oración para el total, en la que el hombre pide unirse con todos como en un sólo cuerpo, como un hombre, un corazón
Un gran corazón: ahí se unirá toda la humanidad. Sólo una oración llega al Templo Superior y de allí nos llega la respuesta. Es la oración en la que todos nosotros nos conectemos entre nosotros y nos elevemos en santidad. Es decir que alcancemos las fuerzas espirituales y que vivamos en un plano espiritual.
Y esperemos que un día logremos experimentar la construcción de Jerusalén, y que por encima de estos muros se construya la ciudad, que sea realmente una ciudad de santidad. Que toda su forma sea exactamente conforme a su raíz espiritual Superior en el mundo de Atzilut.
Esta es en realidad Jerusalén.