Al Principio
Recuerdo cómo fue conmigo. Tenía lo mejor de todo. Tenía una profesión, un trabajo, un hogar y trabajaba por mi cuenta. En aquel entonces, vivía en la ciudad de Rejovot y me sentía incapaz de seguir viviendo mi vida como antes. Tanto así que de repente, me abrumó un impulso interno y sentí que tenía que buscar algo.
Me subí al coche y empecé a conducir. Era de noche, en invierno; llovía y había un viento terrible. El tiempo era muy desagradable, no sabía adónde ir ni qué hacer. Mientras viajaba, no podía dejar de pensar: ¿cómo voy a encontrar este lugar? ¿Qué es lo que me falta? ¿Hacia dónde me impulsa mi corazón? Era un tipo de impulso interno que era incapaz de explicar.
Así que conduje a la ciudad de Bnei Barac. Anteriormente, la había visitado tal vez una o dos veces. Llego ahí, bajo la ventana y le pregunto al hombre parado al lado del semáforo: “Oiga ¿dónde se estudia Cabalá por aquí?” Y él, como si estuviera preparado para eso y esperándome dijo: “¿Sabes qué? dobla a la izquierda aquí y ve hasta el huerto. Justo en frente, en la sinagoga, ese es el lugar. Entra, ahí estudian Cabalá”.
Llego allí y veo un edificio oscuro. Entro y veo que hay una sala pequeña, con 5 o 6 ancianos sentados estudiando algo de un libro. El anciano sentado en la cabecera de la mesa dice: “Puede tomar asiento”. Me siento y no entiendo ni una palabra. Es el estudio del libro del Zohar en arameo, y de repente uno de ellos dice: “Bueno pues, vamos a estudiar algo”. Y simplemente abre un libro conmigo sentado frente a él y comienza a leer y a explicar muy lentamente.
A los 5 minutos ya tenía la certeza de que este era mi lugar; sentí en mi corazón que jamás sería capaz de dejarlo. Me di cuenta de que no había nada en la vida aparte de esto, y que el mundo entero, y todo lo que sucede con la humanidad, fue creado con el único propósito de revestirse en este punto interno.
Todas las preguntas que había hecho a lo largo de mi vida -y posiblemente no sólo en esta vida sino en las encarnaciones anteriores también- ahora comprendo que empezaron a tener sentido. Empiezas a entender para qué vives, cómo vivir, cómo es la estructura del mundo y cómo funciona el sistema entero. Sé qué tipo de acciones afectan al mundo para bien o, Dios libre, para mal.
El libro me abre la posibilidad de ser realmente maestro de esta vida. Así que seguí insistiendo una y otra vez. Al principio iba dos veces a la semana, más tarde empecé a ir todas las noches y eventualmente empecé a ir también en las mañanas.
El anciano, su líder, se volvió mi Rabí y con el transcurso del tiempo mi Rebbe, por así decirlo, que significa el Grande, el Maestro. Empecé a pasar todo mi tiempo a su lado, conectado a él todo el día y entonces, muy, muy lentamente ya parecía que iba absorbiendo de él todo lo que podía.
Siempre conmigo
Por lo general solíamos venir al parque. Yo estacionaba el auto y emprendía camino con mi Maestro en nuestro paseo diario. Y así fue todos los días a partir de más o menos las 9 de mañana hasta las 12 o la 1 de la tarde, y el parque estaba vacío. Hubo años, aparte del día de Independencia, o quizá algún otro evento especial, en que el parque estaba literalmente desierto. Entonces empezábamos a caminar, con mi Rabí a mi lado, yo iba a su lado derecho y así caminaba. Nuestro paseo entero estaba lleno de mis preguntas y sus respuestas. Y así seguíamos caminando.
Rabash se interesaba mucho en este mundo, escuchaba las noticias, se interesaba por todo lo que pasaba en el mundo, naturalmente sopesando todo aquello de acuerdo a la Providencia Superior. Pero cada hora yo tenía que prender la radio y dejarlo escuchar las noticias por unos 2 o 3 minutos.
Durante la guerra del Líbano, escuchaba las noticias incluso durante la clase y en aquel entonces, había visitas de vez en cuando, pero él paraba la clase a pesar de ellas. Era la cosa más extraña: ¿cómo se interrumpe un discurso sobre la Torá, el estudio de las cosas más exaltadas, para escuchar las noticias? Y entonces alguien le preguntó: “¿Cómo puede ser? ¿Qué está pasando aquí? No es nuestra costumbre, para nada, escuchar la radio”. Era algún religioso que estaba allí, al azar o no, no me acuerdo exactamente. Y dijo el Rebbe: “Si usted tuviera hijos allí, sin duda también se interesaría en lo que pasa allí y definitivamente prendería la radio para escuchar, porque sentiría que su destino depende de ello; y allí están todos nuestros soldados, cada uno de los cuales es hijo mío y estoy profundamente triste y preocupado por ellos”.
De esta anécdota uno puede entender claramente el grado en que un cabalista, que es ortodoxo y forma parte del judaísmo ortodoxo, desarrolla un determinado sentimiento hacia el pueblo; le importa la Nación entera y el mundo entero. Así como dijo y escribió Baal HaSulam en los artículos Arvut, La Garantía y Matan Torá, La entrega de la Torá, que mientras más desarrollado sea el hombre, más aumentan sus preocupaciones por sí mismo, por su familia; de su familia a sus parientes, de sus parientes a su sociedad y de su sociedad a su país y al mundo entero.
Y ciertamente, cuando el cabalista empieza a desarrollar su alma, empieza a sentir a través de ella el grado de su conexión con las demás almas, sin importar su sexo o raza. Y de tal forma, empieza a cuidar del mundo entero, porque por lo general, estamos conectados en un solo kli, una sola vasija en una estructura llamada Adam haRishon, el primer hombre, al Creador.
Rabash fue realmente el último de los mohicanos. Y cada año que pasa desde su muerte, constatamos cada vez más que así es. Nadie de su estatura ha surgido después de él, ni en amplitud ni en magnitud. Y en lo absoluto, no hay cabalistas en nuestros días. Somos verdaderamente la última generación que ha llegado a un declive. Y de ese declive hay un sólo camino: el ascenso hacia lo alto.
Su padre era el divino cabalista que fundó toda la sabiduría de la Cabalá para nuestra generación. Ningún cabalista hasta Baal HaSulam había escrito Cabalá para quienes no están inmersos en la percepción espiritual, que no son cabalistas. Y Baal HaSulam fue el primero. Lo hizo escribiendo la sabiduría de la Cabalá en un lenguaje, y particularmente en un estilo, que cualquiera que aún no se encuentre en el nivel superior o ignore por completo de qué trata y que sólo tiene un anhelo acerca de lo que existe sobre este mundo, pueda, a través de sus libros, alcanzar la espiritualidad, entrar en la percepción del Mundo Superior y acercarse al Creador.
Últimamente estamos empezando a hablar en los círculos académicos en Israel acerca de Baal HaSulam: quién era y el alcance de sus logros en el campo de la filosofía judía. Y ahora reconocen que lo habían pasado por alto completamente, sin darse cuenta que era un gigante que en sus libros explicaba acerca de la historia de la humanidad entera y de toda la realidad. Incluso antes de eso, la creación de los mundos incluyendo el nuestro, y todo el proceso por el que la humanidad está pasando. Con todo eso, nos trazó el camino sobre cómo alcanzar la meta de la creación. También nos explicó lo que nos depara.
Y su hijo mayor, mi maestro, aclaró aún más las palabras de Baal HaSulam, sobre todo en cuanto a la labor interna de un individuo; el logro personal del hombre dentro de los mundos espirituales, para que cada uno, con tan sólo estar dispuesto, interesado y anhelando algo que existe por encima de la Naturaleza, por encima de este mundo y que sienta que este mundo no le puede llenar, tenga la posibilidad de abrir los libros tanto de Baal HaSulam como los de Rabash. Y realmente volar a través de ellos al cielo.
Así pues yo venía aquí, paseando con él por aquí, hablando de los próximos artículos que iba a escribir. Luego de regreso a casa, me quedaba abajo. Estaba oscuro y desierto. Mi Maestro subía, yo le preparaba un café y él se sentaba al lado de la máquina de escribir y, más tarde, escuchaba desde arriba el tic tac que llegaba de su apartamento en donde estaba escribiendo a máquina con un solo dedo, produciendo artículos de 7 u 8 páginas de largo cada semana. Este hombre de ninguna manera era un holgazán: daba explicaciones detalladas, de todas las maneras posibles, sólo por asegurarse que pudiéramos sentir y comprender todos los caminos por los que pasamos en nuestro sendero hacia el alcance espiritual.
Vemos que de vez en cuando los cabalistas abandonan sus lugares fijos, dejando sus familias, hijos, esposa, discípulos y seminarios, sus centros de estudio y hogares, y se van a un lugar completamente distinto. Yo salía con mi Rabí por unas horas al día solamente. Aparte de eso, íbamos por un par de días, una vez a la semana, a la ciudad de Tiberíades y el Monte Meron en el norte, donde estábamos completamente solos.
Salir al exilio es algo necesario para el hombre que quiere sentir, cuando él se aparta de las influencias de la sociedad, aún de las influencias de su ambiente cercano, sintiendo la necesidad de estar solo, él y el Poder Superior en un lugar aislado, donde no hay pensamientos ajenos, en ausencia de toda clase de influencia.
Cuando la gente no viene a visitarte y estás solo durante un largo período de tiempo, escribiendo o leyendo textos especiales, vas profundizando en ellos y conectándote por medio de ellos a las Fuerzas Superiores, al Creador, al Poder Superior Universal. Esto, te permite permanecer allí sin desconectarte con distracciones externas. Mi primera vez lo sentí de una manera muy potente. Tenía alrededor de un año o un año y medio de estar conectado con mi Maestro, cuando de repente, un día, él se fue solo a Tiberíades. Esto fue antes de que empezáramos a ir juntos y tuve la oportunidad de visitarlo allí, en el estado en que se encontraba.
Recuerdo que subí al apartamento, donde más tarde pasamos tiempo, juntos por muchos años. Subí a ese apartamento y le toqué la puerta; me abrió la puerta y noté que este hombre realmente no me estaba mirando, no me veía. Sólo unos minutos más tarde pudo enfocarse en mí mirándome y diciendo secamente: “Pero, ¿quién te dijo que vinieras a verme?”. Y de manera espontánea dice: “¿Para qué has venido? ¿Qué estás haciendo aquí?”. De tal forma que me sentí como si fuera un extraño para él, alejado, como si yo no le perteneciera. Estaba en un nivel de existencia tan elevado que ni siquiera me reconoció. Yo, que era tan cercano a él, su discípulo y asistente.
Pasaron a lo mejor 2 años desde aquél encuentro en Tiberíades, hasta que me dijo: “Comencemos a ir juntos allá”. Y entonces pude sentir definitivamente que me estaba llevando con él.
En Tiberíades estudiamos por lo general, Bei Shaar Hakavanot y Talmud Eser Sefirot, el estudio de las 10 Sefirot, parte 16, que nos explica la estructura de Adam haRishon, el primer hombre, y la estructura de Subal: cómo esta alma se divide a su vez en partes, y cómo estas partes se van dividiendo en su descenso hasta que llegan a las almas de los seres humanos, que existen ya en un nivel denominado “este mundo”. Entonces esta alma, desde adentro, empieza a sentir que existe, no solamente en el mundo espiritual, sino que hay también una realidad física ante sí misma
¿Qué es la realidad física? Es la percepción del alma de que existe una realidad adicional, surgida como resultado de su descenso hacia el abismo, el estado más bajo de sus deseos. Estos estudios eran extremadamente profundos y muy emotivos: partes del Zohar, el estudio de las Diez Sefirot y escritos de algunos otros cabalistas de los que aún no se me permite discutir. Hay algo que se llama Meguilah Netzarim, el pergamino secreto, escrito por los cabalistas en privado, únicamente para su propio uso o para los que pudieran comprenderlo. Y así, tomaba aquellos textos y me los explicaba, leyendo todo tipo de cartas y artículos incomprensibles de no ser por sus aclaraciones.
Hoy hay mucho que lamentar. Obviamente, si hoy estuviera a su lado, tendría una mayor disposición de absorber más de él.
En la actualidad, nos encontramos en un estado tal en el que la gente entiende que sea lo que sea no vamos a sacar nada de esta vida en este mundo. La desesperación, las drogas, la crisis global que agobia al mundo… las personas ya no están interesadas en nada, ya no esperan nada de la tecnología o de cualquier otra innovación. Por eso es que hoy en día comienzan a tomar vida las palabras de Baal HaSulam y se le empieza a reconocer. Por lo tanto, darlo a conocer al público es nuestra meta, nuestra misión y nuestro deber.