Aunque de cualquier manera sigue siendo muy importante que la mujer esté contenta con su esposo, hijos o nietos, así como con su vida profesional, para ella ya no es suficiente.
Las mujeres frecuentan ahora los mismos círculos sociales y tienen el mismo poder que los hombres y en algunos casos hasta más. El resultado de estos factores es que la sensación de vacío y su búsqueda por encontrar satisfacción y felicidad no están ya únicamente relacionadas con la familia o la vida profesional.
Su ego está tan desarrollado que está traspasando los límites de la familia, del lugar de trabajo e inclusive hasta de su nación. Su ego quiere espiritualidad.
Este anhelo que siente por alcanzar plenitud espiritual se ha incrementado durante los últimos quince o veinte años. Antes de la llegada de la generación actual, teníamos algunos casos aislados aquí y allá, pero no eran miles como hoy en día.
Esta época nos recuerda aquellos tiempos en que Abraham formó el primer grupo cabalista en la antigua Babilonia. En aquellos tiempos, las mujeres que alcanzaron la espiritualidad estaban al lado de los hombres; estaban en un nivel espiritual igual al de los hombres. Grandes profetisas como Dvorah, Hulda y otras más llegaron a niveles espirituales aún más elevados que los hombres. Las personas vivían la Divinidad en sus consciencias y a sus hijos les enseñaban estas verdades desde una edad temprana.
Pero después que la humanidad cayó de la espiritualidad, raramente vez se vieron mujeres cabalistas. Hubo algunas que alcanzaron la espiritualidad, desde los tiempos de la destrucción del Segundo Templo hasta nuestra generación, pero fue un número reducido.
Hoy en día, sin embargo, nos guste o no, estamos regresando al mismo estado de antaño en que la humanidad se encontraba unida como un hombre en un solo corazón. Y estas mujeres tienen que estar en el mismo nivel espiritual que los hombres. En otras palabras, la caída espiritual de la humanidad que condujo a una devaluación del estado espiritual de las mujeres tiene que remediarse en nuestros días.
En consecuencia, tenemos que dar respuesta ahora la exigencia que llega de tantas mujeres. No es tan sólo una exigencia, sino una necesidad verdadera.