Exilio y Redención
La armonía entre la religión y la ley del desarrollo o el destino incierto
“Y no hallarás sosiego entre aquellas naciones ni será agradable para la planta de tu pié”
(Deuteronomio 28.65)
“Y lo que ha subido sobre vuestro espíritu no habrá de suceder tal como dicen: "Seremos como las naciones, como las familias de los otros países".
(Ezequiel 20.32)
El Creador nos mostrará que evidentemente Israel no puede existir en exilio ni encontrará descanso, así como los otros pueblos que se mezclaron entre las naciones y encontraron descanso, hasta que se asimilaron entre ellas, con lo cual no quedó de ellos memoria. No así la casa de Israel. Esta nación no encontrará descanso entre las naciones hasta que no se cumpla en ella lo que está escrito: “Si buscáis desde allí al Señor vuestro Dios, entonces lo hallaréis, si lo buscáis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma”. (Deuteronomio 4.29).
Este asunto es posible explicar dentro de la Providencia de acuerdo a lo que está escrito sobre nosotros, “Porque la Torá es verdad y todas sus palabras son verdaderas, y ¡ay de nosotros mientras dudemos de su veracidad!”. Y acerca de toda la reprensión que nos sucede decimos que es casualidad y destino ciego. Cuyo asunto tiene tan solo una cura: la de devolvernos los problemas a tal grado que consideremos que aquellos no son coincidencias; sino, la inquebrantable Providencia que está destinada para nosotros en la sagrada Torá.
Y este asunto hay que aclararlo de acuerdo a la ley del desarrollo que se encuentra en la Naturaleza de adiestramiento confiable, la misma que hemos logrado por medio de la sagrada Torá, en el aspecto del camino de la Torá que está en Su Providencia (ver el artículo “Dos Caminos”), el cual nos ha causado un desarrollo mucho más apresurado que el de las otras naciones. Y en vista que los miembros de la nación se desarrollaron así, hubo siempre una necesidad de avanzar y ser extremadamente meticuloso con todos los Mitzvot de la Torá. Y por causa de no haber hecho esto, sino que quisieron también incluir allí su estrecho egoísmo; es decir Lo Lishmá, es que se produjo aquí la destrucción del Primer Templo, ya que quisieron hacer tesoros por medio del abuso del poder sobre la justicia, tal como las otras naciones.
Pero debido a que la Torá prohíbe todo esto, negaron la Torá y la profecía y adoptaron los modos de sus vecinos, para así poder disfrutar de la vida tanto como les exigía su egoísmo. Y dado que hicieron así, los poderes de la nación se desintegraron: algunos siguieron al rey y a los oficiales egoístas, en tanto que otros siguieron a los profetas. Y esta separación continuó hasta la destrucción.
En el Segundo Templo este asunto fue aún peor, ya que el comienzo de la separación fue públicamente expuesto por medio de los discípulos menos destacados, encabezados por Tzadok y Baytos. Ya que todo su amotinamiento contra nuestros sabios se basaba principalmente sobre la obligación de Lishmá, tal como dijeron nuestros sabios, “Hombres sabios, tengan cuidado con vuestras palabras”. Y puesto que no quisieron renunciar al egoísmo, crearon comunidades de esta forma corrupta y se convirtieron en una gran secta que fue llamada “Tzadokim”, pues los ricos y los oficiales fueron quienes siguieron los deseos egoístas, y no por medio de la Torá. Estos lucharon contra los Prushim (Fariseos) y trajeron el reinado de Roma y a gobernadores sobre Israel. Son ellos los que no quisieron hacer la paz con los poderosos, como aconsejaban nuestros sabios por medio de la Torá, hasta que fue arruinado el Templo, siendo exiliado el morador de Israel.
La diferencia entre un ideal secular y un ideal religioso
El origen del ideal secular proviene de la humanidad y, por consiguiente, no puede elevarse por encima de ella. En tanto que un ideal religioso, es aquel cuya fuente se encuentra en el Creador, pudiendo elevarse por encima de la humanidad.
Porque la base de un ideal secular es la igualdad –el precio de la fama del hombre, el cual actúa para vanagloriarse en los ojos de las personas. Y a pesar que a veces es avergonzado frente a sus contemporáneos, de todas maneras está regido por otras generaciones y, por todo tipo de cosas apreciadas por él, tal como una piedra preciosa que motiva mucho a su dueño, a pesar de que ninguna persona sabe de ella ni la aprecia.
Lo cual no es así con el ideal religioso, cuyo fundamento está en la fama a los ojos del Creador. Por lo tanto, el que sigue un ideal religioso puede elevarse por encima de la humanidad.
Y es así entre las naciones de nuestro exilio. Mientras anduvimos por el camino de la Torá, nos mantuvimos a salvo, pues es sabido por todas las naciones que somos una nación altamente desarrollada, por lo cual quisieron que colaborásemos con ellos. Solamente que nos explotan, cada uno de acuerdo a su propio deseo egoísta. No obstante, tuvimos una gran influencia entre las naciones, pues aún después de toda la explotación, todavía nos había quedado una porción generosa para nosotros, más que para los ciudadanos del país.
Sin embargo, debido a que las personas se rebelaron contra la Torá, en su afán de dar rienda suelta a sus artimañas egoístas, perdieron el propósito de la vida; es decir, el trabajo del Creador. Y en vista que el objetivo sublime fue reemplazado por objetivos egoístas de los placeres de la vida, cualquiera que lograba fortuna elevaba su propio objetivo con toda la gloria y belleza. Y en el lugar en que el hombre religioso esparcía su excedente monetario en caridad y buenas obras, construyendo seminarios u otras necesidades colectivas semejantes, los egoístas esparcían su excedente en los placeres de la vida: comida y bebida, prendas de vestir y joyas, haciéndose semejantes a los prominentes de cada nación.
Y mi intención por medio de estas palabras no es sino la de mostrar que la Torá y la ley natural del desarrollo van de la mano en maravillosa unidad, incluso con destino ciego. De manera que todos los malos incidentes en el estado de exilio, se produjeron porque quebrantamos la Torá. Y si hubiésemos guardado sus mandatos, no nos hubiese sucedido todo el mal que nos sobrevino.
Congruencia y unión entre la Torá, el destino ciego y, el desarrollo del cálculo humano
En relación a este tema, increpo a la casa de Israel para que digan a nuestros problemas -¡Basta!, y hagan un cálculo, un cálculo humano respecto a todos aquellos episodios que nos han infligido una y otra vez, incluso aquí en nuestro país. De tal manera que deseemos empezar con nuestras propia políticas nuevamente, ya que no hay ninguna esperanza de aferrarse a la tierra como nación mientras no hayamos aceptado la sagrada Torá, sin ninguna mitigación, excepto por la última condición del trabajo de Lishmá, y no a título propio, sin ninguna medida de egoísmo, tal como he evidenciado en el artículo “Matán Torá”.
Si no nos establecemos tal como se dice allí, de manera que haya condiciones entre nosotros, indudablemente seremos obligados a reencarnar una vez a la derecha y otra a la izquierda, tal como la reencarnación de todas las naciones y, aún mucho más. Porque la naturaleza del desarrollado establece que es imposible reprimirlos, ya que cada persona sensata que desarrolla una razón importante, no inclinará su cabeza ante nada, puesto que no conoce el compromiso. Es por eso que nuestros sabios dijeron, “Israel es la más feroz de las naciones”, puesto que todo aquel cuya mente es más amplia, también es más obstinado.
Esta es una ley sicológica. Y por si no llegasen a entenderme, salgan y aprendan esta lección entre los contemporáneos de esta nación, ya que desde el momento en que empezamos a construir, el tiempo ha sido suficiente como para descubrir en nosotros la ferocidad y firmeza mental, siendo que en tanto uno construye, el otro destruye.
...Y esto es sabido por todos, solamente que yo estoy renovando un aspecto. Porque aquellos dan por hecho que al final de todo, el lado contrario entenderá el peligro e inclinará su cabeza y aceptará su opinión. Pero yo sé que aún si los amarrásemos juntos en una canasta, uno no se rendirá ante el otro ni en lo más mínimo, y ningún peligro interferirá para quien pretenda llevar a cabo su ambición.
En resumidas cuentas, mientras no elevemos nuestra meta dentro de la vida corporal, no tendremos un resurgimiento corporal, porque lo espiritual y lo corporal en nosotros no pueden morar en una misma canasta, porque somos los idealistas. Y aunque estamos inmersos en las cuarenta y nueve puertas de materialismo, ni aún así abandonaremos el ideal. Por lo tanto, necesitamos el propósito sagrado que se encuentra en Su nombre.