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Cabalá para el Estudiante, capítulo V

La Esencia de la Religión y su Propósito

Quiero responder aquí acerca de tres preguntas:

1. ¿Cuál es la esencia de la religión?

 

2.

¿Es su esencia alcanzada en este mundo o en el mundo por venir?3.

¿Su objetivo radica en beneficiar al Creador o a la creación?

 A primera vista, el lector se sorprenderá por mis palabras y no entenderá estas tres preguntas que he puesto ante mí como tema para este artículo. ¿Y quién es el que no sabe qué es la religión, y de todo lo relacionado con su recompensa y castigo, los cuales están esperando y son destinados principalmente para el mundo por venir? ¿Y no hay necesidad de mencionar la tercera cuestión, pues todos saben que es para beneficiar a las criaturas y guiarlas al placer y a la felicidad, y qué más hay que añadir a esto?

En realidad, no tengo nada más que añadir; excepto entre los que conocen estos tres conceptos, de los cuales fluye tanto por su boca “Girsa de Yankuta[1] delante de los ignorantes, hasta no tener ninguna adición ni esclarecimiento de las cosas durante toda su vida, al fin y al cabo esto demuestra su falta de conocimiento de estas cuestiones sublimes, las cuales son necesariamente toda la esencia del fundamento sobre el cual todo el peso de la estructura religiosa está construido y sobre lo cual se apoya.

Si es así díganme, ¿cómo es posible que un muchacho pequeño de doce o catorce años de edad, ya se encuentre listo en su mente para mantener y entender correctamente estas tres nociones sutiles, de modo que de todas las cosas sea suficiente con esto, que no necesitará añadir sobre esto otro concepto o conocimiento por el resto de su vida?

¡De hecho, aquí está el problema! ¡Pues esta conjetura apresurada trajo consigo toda la futilidad y las conclusiones absurdas, las cuales llenaron el ambiente de nuestro mundo en nuestra generación! Y esto nos trajo a un estado, donde la segunda generación casi se ha desplomado completamente debajo de nuestras manos.

El bien absoluto

Para evitar cansar a los lectores con largas discusiones, me apoyé en todo lo escrito y explicado en artículos previos, especialmente en el artículo, “Matán Torá” (Entrega de la Torá), los cuales son todos como una introducción al sublime tema que se encuentra frente a nosotros. Aquí hablaré breve y objetivamente, para que sea comprendido por cada persona.

Primeramente, necesitamos comprender al Creador, el cual es “El Bien Absoluto”; es decir, que es imposible en ninguna manera, que Él le cause alguna pena a alguien. Esto es entendido por nosotros como el primer concepto, con lo cual nuestro sentido común claramente nos muestra que la base de todas las malas acciones, está determinada única y simplemente por “el deseo de recibir”.

Esto significa que la ansiedad interna después de la recepción del bien para su propia satisfacción, en efecto resulta para hacerle daño a su prójimo dentro del “deseo de recibir” para sí mismo. De tal manera que si un ser humano no hubiese encontrado ninguna satisfacción para sí mismo, no hubiese nadie en el mundo que le haga daño a su prójimo. Y si a veces encontramos que algún ser humano le causa daño a su prójimo, sin ningún “deseo de recibir” satisfacción para sí mismo, lo hace solamente debido a un viejo hábito, el cual le influenció desde el comienzo dentro del deseo de recibir, el cual ahora lo libera momentáneamente de todo nuevo acontecimiento, como es sabido.

Y dentro de eso que nos es entendido que el Creador está lleno de Sí mismo, y no necesita de nadie que Lo ayude en Su culminación, por ser anterior a todas las cosas, es por consiguiente claro que Él no tiene ningún “deseo de recibir”. Y por cuanto no tiene ninguna propiedad del “deseo de recibir”, de cualquier manera no tiene ningún motivo para causarle daño a alguien, esto es simple en el plan de la elementalidad.

Y no es más, sino que es aceptado y se asienta en nuestros corazones con el propósito de la elementalidad en el primer concepto, que Él posee un “deseo de otorgar” bondad a Su prójimo; es decir, a Sus creados. Lo cual nos es demostrado mediante toda la gran creación que creó y extendió ante nuestros ojos. Debido a la necesidad que hay aquí en nuestro mundo por parte de las personas que sienten ya sea, una sensación buena o una mala, y esa sensación que ellas sienten, es una necesidad que les es causada por el Creador. Y luego que es sabido con completa clarificación, que no hay en el Creador el hábito de causar daño, tal como fue explicado, es así con la necesidad que todos los creados reciben de Él solamente bondades. Debido a que Él creó a los creados solamente para causarles el bien.

Por consiguiente, aprendemos que Él tiene el “deseo de otorgar” bondad solamente, y que de ninguna manera formará en Su hábito el objeto del perjuicio y el dolor, lo cual viene a ser consecuente a Él. Y por lo tanto Lo hemos definido por el nombre “La Bondad Absoluta”.

Y después que conocimos esto, fue extraído y observado por la realidad verdadera la cual es dirigida e inspeccionada por medio de Su mano, cómo es que Él les otorga solamente el bien. 

Su supervisión es una supervisión objetiva

Es entendido por nosotros que de todos los sistemas de la naturaleza que se despliegan ante nuestros ojos, en los cuales cada pequeña criatura de cualesquiera de las cuatro categorías: Inanimado, vegetativo, animado y hablante, en forma particular y general, encontramos en ellas la supervisión objetiva; es decir, un crecimiento lento y gradual por medio del desarrollo de causa y efecto, como la fruta en un árbol, la cual es supervisada con un objetivo bueno para que finalmente llegue a ser  una fruta agradable, dulce y bella.

Sal y pregunta a un botánico, por cuántos estados atraviesa la fruta desde que es visible hasta que llega a su objetivo, al final de su maduración. Que todos sus estados precedentes no son suficientes ya que no nos muestran ningún indicio adecuado de su final dulce y bello, sino que como para hacernos enojar, nos muestran lo opuesto de la forma terminada.

Es decir, que mientras más dulce es la fruta al final, ella en sus estados de desarrollo previos, se encuentra más amarga y fea. Y lo mismo sucede con las categorías animado y hablante. Puesto que la mente del animal es pequeña hasta el final de su crecimiento, no es tan deficiente durante su desarrollo. Sucede lo contrario con el hombre, cuya mente es grande hasta el final de su crecimiento, y es muy deficiente durante su desarrollo. Porque “Un becerro de un día es llamado buey”; es decir, que tiene la fortaleza para parase sobre sus cuatro patas y caminar, y la inteligencia para evitar los obstáculos que se encuentran en su camino.

No así un bebé de un día, el cual está acostado como inconsciente. Y si alguien quien no estuviese acostumbrado a las conductas de este mundo hubiese examinado a estos dos recién nacidos, seguramente hubiese dicho acerca del nacido humano, que también de su objetivo no conseguirá nada, y acerca del nacido del animal hubiese dicho, que aquí ha nacido un gran héroe; es decir, si hubo un juicio delante de él tal que no podrá distinguir entre la sabiduría del becerro comparado a la del niño torpe y carente de todos los sentidos.

De esta manera es notorio ante tus ojos, que la Supervisión sobre la realidad que Él creó, no tiene sino la forma de “Supervisión objetiva”, sin tomar en consideración el orden de las fases de desarrollo. Pues al contrario, sus formas están para engañarnos e impedirnos entender el propósito de su existencia, el cual está siempre en un estado opuesto al de su plenitud final.

Es sobre tales asuntos que decimos, “No hay alguien tan sabio como el experimentado”. Puesto que solamente aquel que es experimentado y que tiene la oportunidad de examinar la Creación en todas sus fases de desarrollo, hasta la llegada de la plenitud, puede calmar los ánimos, para no temer de todas las imágenes que comúnmente están deterioradas, a las cuales la Creación se sujeta en las fases del desarrollo, solamente para creer en el final de su linda y pura maduración.

De esta forma, nos ha sido correctamente aclarado acerca de Su Supervisión en nuestro mundo, la cual está en la propiedad de la Supervisión Objetiva solamente. Que no hay medida de bondad perceptible en ella, antes de la llegada de la Creación hasta el punto final que está en ella, a su forma y maduración final. Sino al contrario, por medio de envolverse siempre con una envoltura de corrupción respecto a los observadores. Al fin y al cabo se deja ver, que el Creador siempre otorga a Sus criaturas solamente el bien, excepto que este bien es supervisado por Él a través de la Supervisión objetiva.

Dos caminos: El camino del sufrimiento y el camino de la Torá

Ha sido explicado que el Creador es el Bien Absoluto, y que Él nos supervisa a partir de la medida de Su bondad completa sin ninguna mezcla de maldad; realmente con la propiedad de la supervisión objetiva. Lo cual significa que Su supervisión nos obliga a recibir el orden de los diferentes estados mediante precedente y resultante; es decir, causa y efecto, hasta que nos hagamos expertos para recibir la bondad deseada. Entonces llegaremos a nuestro propósito como una fruta bella al término de su maduración. Y con esto se entiende que este propósito es seguro para todos nosotros, de no ser así tú eres un obstáculo que está perjudicando Su Supervisión, diciendo que no es suficiente para su propósito.

Esto es lo que dijeron nuestros sabios, “La Divinidad en los inferiores es una gran necesidad”; es decir, en vista que Su Supervisión es objetiva, tal que finalmente nos traerá a la adhesión con Él; por lo tanto, esto está pensado para una gran necesidad; o sea, que si no llegamos a esto, encontraremos, Dios no permita, defectos en Su Supervisión.

Esto es similar a un gran rey al cual le nació un hijo en su vejez, y fue muy cariñoso con él. Por lo tanto, desde el día que nació, él pensó sólo en cosas buenas para él, y fue y coleccionó todos los libros preciosos y a los sabios más excelentes que estaban en el país, y le construyó una academia para la sabiduría. Luego envió a los constructores de renombre y le construyó palacios de placer. Juntó a todos los músicos y cantantes y le preparó salas de conciertos, y llamó a los más excelentes cocineros y pasteleros los cuales inventaron para él todas las delicias del mundo.

Y he aquí llegaron los años y el hijo creció, y fue un tonto y no tuvo el deseo por la educación. Y era un hombre ciego que no tenía expectación ni sensación en la belleza de los edificios. Era sordo y no escuchaba la voz de los cantores ni el sonido de los instrumentos. Estaba enfermo y no le era posible comer excepto una hogaza de pan de harina gruesa solamente, para vergüenza e ira.

Sin embargo, tal cosa le puede ocurrir a un rey de carne y sangre, lo cual es imposible decir en relación al Creador, que un asunto engañoso no es dirigido por Él naturalmente. Por lo tanto, Él nos ha preparado dos caminos de desarrollo:

El primero es el camino del sufrimiento, el cual es el orden del desarrollo de la Creación dentro de sí misma, que es obligada por la naturaleza a ir y recibir por medio de causa y efecto, estados diferentes uno del otro, los cuales nos desarrollan lentamente, hasta que lleguemos a incluir el reconocimiento para elegir lo bueno y aborrecer lo malo, a fin de llegar al propósito correcto deseado por Él.

No obstante este camino es temporalmente largo y lleno de sufrimientos y dolores. Por lo tanto, Él ha preparado para nosotros, en relación a esto, un camino agradable y bueno, el cual es el camino de la Torá y los Mitzvot (heb. Preceptos), el cual es apropiado para adiestrarnos para nuestro propósito en un tiempo corto y sin sufrimientos.

Resulta de esto, que nuestro objetivo final es adiestrarnos para adherirnos a Él, a fin de que Él more en nuestro interior. Éste objetivo es favorable sin que se haya encontrado ningún punto para desviarse de él, puesto que Su Supervisión es firme sobre nosotros en sus dos maneras de supervisión, los cuales son el camino del sufrimiento y el camino de la Torá, tal como se explica. Excepto por la propiedad de la realidad práctica, en la cual encontramos que Su Supervisión nos llega por dos caminos simultáneamente, los cuales son llamados por nuestros sabios como: “El camino de la tierra” y “el camino de la Torá”. 

La esencia de la religión es desarrollar en nosotros el sentido del reconocimiento del mal

Estas son las palabras de nuestros sabios: “¿Por qué le interesa al Creador si uno faena por la garganta o por detrás del cuello? Después de todo, los Mitzvot no nos fueron dados sino para purificar a la humanidad”. El asunto de la purificación ha sido completamente explicado en el artículo “Matán Torá” (Item 2). Excepto que aquí explicaré la esencia del este desarrollo, por medio del concepto ¿qué es la ocupación en Torá y Mitzvot?

Sabe que este es el asunto del reconocimiento del mal que está dentro de nosotros. Lo cual es la ocupación de los Mitzvot apropiadamente, a fin de esclarecer la cuestión de la purificación gradual y lenta en ellos, que a la verdad es la medida de los grados que están en la purificación, la que despertará el descubrimiento del mal que está dentro de nosotros.

Pues la persona ya está lista del lado de su naturaleza, para rechazar y erradicar cada cosa mala de dentro sí. Esto es en cierta medida similar en cada persona. Pero toda la diferencia entre ella y su sociedad está solamente en el reconocimiento de mal. Que una persona más desarrollada reconoce en sí misma una mayor cantidad de mal, y de ahí separa y repele la maldad de su interior en una mayor medida. Y una persona sin desarrollo encuentra en sí misma una sensación de una pequeña medida de maldad, y por lo tanto, no repelerá el mal sino solamente en una pequeña medida. De tal manera que permanecerá toda la suciedad en su interior, puesto que generalmente no reconocerá la suciedad.

Y para no cansar al lector, aclararemos el significado de bueno y malo en sus generalidades, como ha sido explicado en “Matán Torá” (Ítem 12), que comúnmente el mal no tiene sino amor propio, el cual es llamado “egoísmo”, por ser opuesto a la forma del Creador, el cual no tiene deseo de recibir para Sí mismo ni mucho menos, sino solamente para otorgar.

Tal como fue explicado en “Matán Torá” (Ítems 9 y 11), que toda la esencia del asunto del placer y el deleite, está en la medida de la equivalencia de forma con el Hacedor. Y toda la esencia del asunto del sufrimiento y la intolerancia, están en la medida del cambio de la forma con el Hacedor. Por lo tanto, el egoísmo nos es repugnante y definitivamente nos duele, por ser su forma opuesta a la del Hacedor.

No obstante esta repugnancia no es equivalente en todas las almas sino que está dividida entre nosotros en medidas. Porque la persona ordinaria que comúnmente no tiene desarrollo, no se da cuenta del egoísmo como un atributo malo; y por lo tanto, lo usa abiertamente sin ninguna vergüenza o restricción; roba y asesina a vista de todos, con todo lo que se encuentre a su alcance. El que es ya un poco más desarrollado, siente en su egoísmo alguna medida de la propiedad del mal, y por lo menos se avergüenza por usarlo en público, al robar y asesinar siendo vistos de las personas en un lugar abierto. Pero en secreto, aun llevan a cabo toda su conspiración.

Y del que es más desarrollado, encontramos que siente el egoísmo como una cosa verdaderamente repugnante, hasta que no puede soportarlo dentro de sí mismo y lo rechaza desechándolo completamente, conforme a la medida de su descubrimiento, hasta que no quiere y no puede disfrutar del trabajo de los otros. Entonces se comienzan a despertar en su interior las chispas del amor por su prójimo, denominado “altruismo”, lo cual es la medida de la bondad general.

Y también eso emerge hacia él con el orden del desarrollo gradual; es decir, empieza a desarrollar en él un sentido de amor y otorgamiento hacia las necesidades de sus parientes y familia, tal como está escrito: “No te esconderás de tu propia carne”. Cuando se desarrolla más, se agranda en él la medida de otorgamiento para toda la gente a su alrededor, sean personas de su ciudad o de su nación. Y así va añadiendo, hasta que se desarrolla en él la cualidad del amor por su prójimo sobre toda la humanidad. 

Desarrollo consciente y desarrollo inconsciente

Sabe, que dos fuerzas son utilizadas para empujarnos a subir y elevarnos sobre los peldaños de la escalera ya mencionada, hasta que lleguemos a su cumbre en los cielos, la cual es el punto intencionado de nuestra equivalencia de forma con el Hacedor. Y la diferencia entre estas dos fuerzas es que la primera nos empuja desde atrás, la cual definimos con el nombre de: “El camino del sufrimiento” o “el camino de la tierra”.

De este camino nos llegó la filosofía de la doctrina de la “moralidad”, la cual es llamada “ética”, que está basada sobre conocimiento empírico; es decir, a través del examen de la razón práctica, que toda la esencia de esta doctrina no tiene sino la síntesis de los daños, los cuales emergieron ante nuestros ojos por medio del núcleo del egoísmo.

Y he aquí estos experimentos nos llegan por el azar; es decir, no “de nuestra conciencia” ni por nuestra elección, sino que aquellos nos aseguran a su objetivo, puesto que la imagen del mal se va aclarando en nuestros sentidos. Y en la medida en que reconocemos sus daños, en la misma medida los abandonamos. Entonces llegamos a un peldaño más alto en la escalera.

La segunda fuerza nos empuja “desde nuestra conciencia”; es decir, por la fuerza de nuestra propia elección. Esta fuerza nos jala desde adelante, la cual definimos con el nombre de: “El camino de la Torá y los Mitzvot”. Puesto que por medio de la ocupación en Torá y Mitzvot a fin de traer alegría a nuestro Hacedor, prontamente encontraremos un desarrollo maravilloso en nosotros, aquel sentido del reconocimiento del mal, tal como fue explicado en “Matán Torá” (Ítem 13). Y nos beneficiamos doblemente:

  1. A. Que no tenemos la necesidad de esperar a que los tormentos de la vida nos empujen por detrás, que toda la medida del empuje que está en ellos ha sido calculada sólo por la medida de las aflicciones y las destrucciones. Por el contrario, a través de la distinción y el refinamiento que sentimos al momento del trabajo puro para el Creador, para complacerlo, se desarrolla en nosotros una relación relativa a conocer la bajeza de estas chispas del amor propio, puesto que nos molestan en nuestro camino, a fin de recibir el gusto de este refinamiento de la abundancia del Creador. De tal manera que la sensación gradual del reconocimiento del mal va y se desarrolla en nosotros a partir de los tiempos de gran placer y tranquilidad; es decir, por medio de la recepción del bien mientras dura el trabajo para el Creador, dentro de nuestra sensación de la bondad y el deleite que entonces nos llega debido a la equivalencia de forma con el Hacedor.
  2. B. Que ganamos tiempo, puesto que Él opera “nuestra conciencia”, y hay que acrecentar en nuestras manos el asunto del trabajo y apresurar el tiempo como deseemos.

 

La religión no se beneficia de las personas sino que beneficia al trabajador

Muchos yerran comparando nuestra sagrada Torá con la doctrina de la moralidad. Ya que esto les llegó debido a que no probaron el sabor de la religión en sus días. Yo les llamo a que descubran aquello de: “Prueben y vean que el Señor es bueno”. Y es verdad que ambas: La ética y la religión, hablan de una misma intención, levantar a la persona por encima de la suciedad del estrecho amor propio para traerla hacia lo alto de la cumbre del amor a su prójimo.

Pero de todos modos ellas están lejanas una de la otra, como lejano está el Pensamiento del Creador del pensamiento de la persona. Puesto que la religión se extiende desde los Pensamientos del Creador, y la doctrina de la ética viene de los pensamientos de la carne y la sangre y de las experiencias de sus vidas. Por lo tanto, es evidentemente conocido que entre ellos es lo contrario, en todos los puntos de los aspectos prácticos así como en el objetivo final. Puesto que el reconocimiento del bien y el mal que se desarrolla en nosotros por medio de la doctrina de la ética, que en el tiempo de su uso, tiene un trato relativo al éxito de la sociedad como es sabido.

Lo que no es así con la religión, la cual es el asunto del reconocimiento del bien y el mal que se desarrolla en nosotros a partir de su uso, que tiene un trato relativo al nombre del Creador solamente; es decir, de un cambio de la forma del Hacedor, hasta igualarse a la forma con Él la cual es llamada “Devekut” (adhesión), tal como te fue explicado en el artículo “Matán Torá” (Ítems 9-11).

Y así aquellas están lejanas la una de la otra en el límite de la distancia respecto al asunto de la meta, ya que el objetivo de la doctrina de la ética es el bienestar de sociedad desde el punto de vista de la razón práctica, derivada de las experiencias de la vida. Que al final del asunto, la meta no le asegura al que se ocupa en ella ningún júbilo por encima de los límites de naturaleza. Por consiguiente, este objetivo todavía no saldrá de la regla de la crítica como es sabido, pues ¿Quién puede mostrarle a un individuo la medida del bien para su beneficio en una forma final tal, que estará obligado a disminuir su imagen en alguna medida, para beneficio de la sociedad?

Lo cual no es así con el objetivo religioso que asegura el bienestar de la persona que se ocupa en ella. Pues a saber ya hemos evidenciado, que en la llegada de la persona hacia el amor a su prójimo; entonces, ella se encuentra directamente en la propiedad de Devekut, la cual es la equivalencia de forma con el Hacedor, y junto con esto la persona pasa de su mundo estrecho, el cual está lleno de dolores y tropiezos, hacia un mundo eterno amplio de otorgamiento al Creador y a la creación.

Encontrarás también una diferencia substancial y totalmente notable en el aspecto del apoyo, pues a pesar de que se ocupó en el método de la doctrina de la ética, he aquí ha sido apoyado sobre la base del cumplimiento de la misericordia a ojos de la gente. Esta cuestión parece un modelo de alquiler el cual es provechoso al final. Y cuando la persona se acostumbra a un trabajo tal, él tampoco puede ascender en los grados de la ética, puesto que ya está habituado a tal trabajo, el cual es bien recompensado por la sociedad, la que paga por sus buenas acciones.

En tanto que el que se ocupa en Torá y Mitzvot a fin de complacer a su Hacedor, sin ninguna adquisición de recompensa, después va y escala los peldaños de la ética según la medida en que se ocupó, ya que al fin y al cabo ha perdido todo el pago sobre su camino. Y cada centavo le es añadido a una gran cuenta, hasta que compra la segunda naturaleza, la cual es el otorgamiento a su prójimo sin ningún despertamiento de la recepción particular, a excepción de las necesidades para su mantenimiento solamente.

Y en verdad encontramos que ha sido liberado de los encarcelamientos de la Creación. Puesto que a la hora en que la persona detesta toda recepción particular  y su alma se separa de toda la abundancia de los pequeños placeres físicos y el respeto, ella se encuentra paseando libre en el mundo del Creador. Y le es prometido que aquí no le ocurrirá ningún daño ni desgracia nunca, ya que todos los daños son sentidos y llegan a la persona solamente por la propiedad de la recepción particular la cual está impresa en él.

Y he aquí ha sido completamente explicado, que el propósito de toda la religión se sostiene solamente por la necesidad de la persona que trabaja y se ocupa en ella, y no para generalmente servir y beneficiar a la gente, aunque todas sus acciones giren alrededor del beneficio de la gente y sean medidas por estos actos. Pero no hay en esto sino un ensayo hacia la meta sublime, la cual es la equivalencia con el Hacedor. Y con esto también es entendido que el propósito de la religión ha sido aceptado mientras dura su vida en este mundo, y examinado detenidamente en el artículo de “Matán Torá”, con respecto al objetivo del general y del particular.



[1] Nota del traductor: En arameo: tradición adquirida desde la niñez

 

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