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1986. El Hombre como un Todo

 

El Hombre como un todo


 

Como un todo, el Hombre cuenta con dos discernimientos:

su propia existencia, la existencia de la realidad.

La existencia de la realidad se divide en tres partes:

Necesidad, sin la cual la realidad podría dejar de ser. Por eso, es suficiente comer una pequeña rebanada de pan seco y una taza de agua fría por día, dormir en un banco durante unas pocas horas con la ropa aun puesta, y ni siquiera en casa, sino en un campo. O en alguna cueva durante la lluvia para no mojarse. También sus ropas pueden ser nada más que harapos. Comportarse como un ordinario burgués; pero sin desear asemejarse al rico, quien tiene mucho dinero, un hermoso mobiliario, fina parafernalia, y agradable ropa, ni tener el deseo de comer y beber todo de lujo, tal como acostumbran los ricos. Existe un ansia y demanda en su cuerpo por asemejarse al rico. Y pese a que él no puede obtener lo que desea, sus ojos y corazón están abocados a ello. Está expectante, desea y trabaja para obtenerlo –hace todo para llegar a ser rico.

 Existe un cuarto caso que incluye los anteriores tres discernimientos: Si él ha hecho lo suficiente durante el día, no se preocupa del mañana. Es más, cada día es considerado por él como el lapso de toda su vida. Normalmente, la gente se preocupa por satisfacer sus necesidades sólo durante setenta años. Pero, pasados ciento veinte años, un hombre ya no se preocupa de sus suministros. También, hay personas que piensan que cada día debe ser ante sus ojos como nuevo, es decir, como una nueva creación. Esto es como una reencarnación –que la persona de ayer ha encarnado en la persona de hoy y debe corregir todo lo que hizo el día anterior; en ambas cosas, tanto méritos como deudas. Es decir, ya sea que haya hecho o trasgresiones. Por ejemplo, si él tomó algo de su amigo, debe regresarlo. Y si le prestó algo a su amigo, debe recibirlo, ya que cobrar una deuda es una Mitzvá (sin. de Mitzvot), por lo que debe cobrarle a su amigo y así otorgarle su debido mérito. Y ahora hablaremos del amor por el Creador. Primero, uno debe saber que el amor se compra mediante acciones. A través de darles regalos a sus amigos, cada regalo que da a su amigo es como una flecha y una bala que hace un hoyo en el corazón de su amigo. Y aunque el corazón de su amigo es como una roca, aun así, cada bala hace un hoyo. Y todos los agujeros juntos hacen un espacio hueco por donde ingresa el amor del que da esos regalos. Y la calidez del amor le acerca las chispas de amor de su amigo, y entonces los dos amores entretejen un manto de amor que los cubre a ambos. Significa que un mismo amor les rodea y envuelve a ambos, y ellos, naturalmente, se vuelven una sola persona; porque el ropaje que los cubre a ambos es único. Así pues, ambos se anulan ante el amor. Y es una regla que todo lo novedoso es emocionante y entretiene. Por lo tanto, después de que uno reciba la vestimenta de amor del otro, sólo se regocija del amor del prójimo y se olvida del amor propio. En ese momento, cada uno de ellos comienza a recibir placer sólo por preocuparse de su amigo y ya no puede preocuparse de sí mismo, ya que cada persona puede trabajar sólo donde recibe placer. Y siendo que disfruta del amor al prójimo y recibe placer específicamente de ello, no sentirá placer al preocuparse de sí mismo. Y si no hay placer, no hay preocupación y no puede realizar esfuerzo alguno.

Esta es la razón por la cual algunas veces, sea natural que por un gran amor al prójimo, uno podría cometer locuras. Al igual que en el amor por  el Creador, algunas veces una persona está dispuesta a renunciar al tercer discernimiento arriba mencionado. Más tarde, desea renunciar al segundo discernimiento, y después al primero; cabe preguntarse, ¿Cómo puede cancelar su propia existencia? El asunto es: “Si su existencia es revocada, ¿quién podrá ser el que reciba el amor?” Pero el Creador concede amor con el poder para desviar a la persona del camino correcto. En otras palabras, él deja de ser racional y desea ser anulado de la realidad por la fuerza del amor, y su raciocinio no tiene fuerza para detenerlo. Por eso, si preguntamos: “¿Cómo es posible que uno llegue a tal estado?”, existe una respuesta a eso: ¡“Probaron y vieron que el Señor es bueno”! Por eso la naturaleza obliga la anulación, aunque uno no lo entienda racionalmente. Ahora podemos entender el verso: “Y amarás al Señor… con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. “Tus fuerzas” significa la existencia de la realidad, “tu alma” significa tu propia existencia, y “tu corazón” ya es un alto grado, es decir, que contiene ambas inclinaciones la inclinación al bien, y la inclinación al mal.

 

 

 

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