Pero si usted escuchara con el corazón a una famosa interrogante, estoy seguro de que todas sus dudas acerca de si debería estudiar Cabalá se desvanecerían sin dejar rastro. Esta es una pregunta amarga y justa que se hacen todos los que nacen en la Tierra: "¿Cuál es el significado de mi vida?" (Rabino Yehuda Ashlag, Introducción al Talmud Eser Sefirot, Secciones 2, 12-17, 44-57).
Generaciones siguen a generaciones en nuestro planeta y cada generación y cada individuo se ha hecho la misma pregunta acerca del significado de la vida, especialmente en tiempos de guerra, de sufrimiento global o de rachas de mala suerte que cada uno de nosotros está propenso a experimentar ¿Cuál es el propósito de nuestra vida, si las mínimas alegrías nos son tan valiosas, que la ausencia del sufrimiento nos parece como si hubiéramos alcanzado la felicidad?
Si estamos a merced de la Naturaleza, si somos lo que somos ¿por qué entonces fuimos creados por ella y tenemos que vivir con las cualidades que tenemos como seres semi-inteligentes, inteligentes sólo en el sentido de que nos percatamos del hecho de que nuestras acciones están determinadas por las características y rasgos propios con que fuimos creados y que no se puede hacer nada al respecto? En ese caso, no hay distinción con respecto a dónde la naturaleza no-inteligente y salvaje nos pueda conducir, provocando que batallemos unos con otros permanentemente, haciendo que naciones enteras, como animales salvajes guiados por el instinto, se enfrenten entre ellas en una pelea viciosa. No obstante, de forma subconsciente, no podemos conciliar la idea de vernos como seres inteligentes con este concepto.
Sin embargo, si la fuerza divina que nos ha creado existe, ¿por qué entonces no la percibimos, por qué se oculta a sí misma de nosotros? ¿Por qué si supiéramos lo que se espera de nosotros, no cometeríamos en nuestras vidas los errores por los que somos castigados a través del sufrimiento?
Sabemos cuánto tormento y dolor, que resultan ser peor que la muerte han sufrido la humanidad desde la creación del mundo ¿Y quién es la fuente de todo ese sufrimiento? ¿Quién lo causa sino el Creador?
¡Y cuántos ha habido en toda la historia de la humanidad que han estado dispuestos a sufrir cualquier dolor para comprender la sabiduría superior y lograr la elevación espiritual, quienes por sí mismos se sometieron voluntariamente a insoportables angustias y agobios a fin de encontrar al menos una migaja de percepción espiritual y de comprensión de las fuerzas superiores, de llegar a ser uno con el Creador y de poder ser Sus esclavos!
Sin embargo, todos ellos vivieron sus vidas sin obtener una respuesta alguna vez, sin lograr alguna cosa. Ellos dejaron este mundo sin nada, tal como habían venido a él.
Por lo tanto, ¿por qué el Creador ignoró sus plegarias? ¿Por qué se apartó de ellos? ¿Por qué vio con desdeño sus sufrimientos?
¡Y ellos sintieron Su desdén! subconscientemente sintieron que hay un propósito superior al universo y a todo lo que está ocurriendo, mencionado como la partícula del hombre que se une con el Creador. Y, aún inmersos en sus egocentrismos, mientras atravesaban una agonía insoportable, sintiendo el rechazo del Creador, repentinamente sintieron una abertura en sus corazones, los cuales habían estado hasta entonces cerrados a la verdad y sólo podían sentir sus propios dolores y deseos. Una abertura debido a la cual a ellos les fue posible sentir esa ansiada partícula de unidad penetrando en el corazón a través de sus quebrantadas barreras.
Y así todas sus cualidades fueron reemplazadas por otras opuestas a ellas y similares a las del Creador. Se percataron de que sólo en la profundidad de aquellos sufrimientos, y de ninguna otra manera, podían experimentar la unidad con el Creador, de tal manera que Él y la partícula de unidad con Él estén allí.
Y en el instante de experimentar esta sensación que se reveló a ellos por sí misma y sanó sus heridas, el Creador mismo los llenó con un gozo infinito, tan delicioso que no se podría imaginar algo más perfecto, de tal manera que sienten que ha valido la pena el sufrir toda esa agonía para el logro de esta perfección.
Y cada célula de sus cuerpos los convence de que cualquiera en nuestro mundo estaría dispuesto a pasar un tormento inimaginable con el fin de experimentar al menos por una vez en la vida, algo así como la bienaventuranza de estar unido con el Creador.
Y la razón del silencio del Creador como respuesta a los ruegos del hombre, se encuentra en el hecho de que el hombre está más interesado en su propio progreso que en la glorificación del Creador en su interior, lo cual debería ser su único objetivo, ya que si esto fuera así, todas sus acciones se realizarían sin dolor. De lo contrario, llorará solo en el desierto y dejará este mundo tal como entró en el, sin haber percibido al Creador.
Porque la partícula de unidad, el propósito de la creación, fluye en el corazón de aquel que está dedicado a la gloria y al amor del Creador, quien está convencido desde el fondo de su corazón de que todo lo que ha hecho el Creador, ha sido hecho para él, en vez de quejarse en forma egoísta de la injusticia de la ley divina.
Lo espiritual no puede ser dividido en partes separadas, pero el hombre puede comprender una parte del todo y luego otra, hasta que lo comprenda en su totalidad. Por eso es que todo depende de la pureza de la aspiración, por lo que fluye la Luz espiritual desde el interior de la parte del corazón del hombre que ha sido purgada de todo egocentrismo.
Cuánto más fácil sería la vida si el Creador no se ocultara a sí mismo de nosotros, sino que fuera claramente perceptible o visible para todos. No tendríamos dudas en lo absoluto de Su existencia, podríamos observar los efectos de Su ley en nosotros mismos y en el mundo circundante, para realizar la causa y el propósito de nuestra creación, para ver las consecuencias de nuestras acciones y Su respuesta a ellas, para discutir todos nuestros problemas con Él, para solicitarle Su ayuda, para buscar Su protección o consejo, para quejarnos de nuestros problemas y pedir que Él nos explique el por qué nos los ocasiona, solicitarle Su orientación respecto al futuro, estar en contacto frecuente con el Creador y cambiar nosotros mismos de acuerdo con Su consejo, de la forma que Él quiere que seamos y que sea lo mejor para nosotros.
Podríamos estar en constante comunicación con el Creador desde el momento de nuestro nacimiento, de igual manera que un niño se percata de su madre desde el momento en que nace (y el Creador estaría tan cerca del hombre como la madre del niño, ya que el hombre Lo vería como la fuente de su nacimiento, su Padre, la causa de su existencia y de toda su vida futura), podríamos aprender a vivir de la manera correcta observando Sus respuestas a nuestras acciones y aún a nuestras intenciones.
No habría necesidad de escuelas ni de educadores. Todas las naciones coexistirían simple y maravillosamente unidas por la causa común obvia a todos: la unificación espiritual con el Creador abiertamente visible y perceptible.
Todo estaría guiado en sus acciones por las leyes espirituales que serían del conocimiento común, las leyes de los mundos espirituales llamados mandamientos que serían obedecidos por todo el mundo de manera natural, ya que cada quien vería que el desobedecerlos significaría hacerse daño a sí mismo, como al saltar dentro del fuego o de un precipicio.
Si nosotros pudiéramos ver claramente al Creador y el obrar de Su ley sobre nosotros, el mundo y el universo, no nos quejaríamos ni aún bajo los más difíciles afanes, ya que estaríamos concientes de los beneficios para nosotros. Por ejemplo, cualquiera daría gustosamente todo lo suyo a un extraño, sin pensar en sí mismo, porque estaría consciente de la ley divina, vería las consecuencias beneficiosas de sus actos desinteresados, sabría que todos estamos bajo la autoridad del bondadoso y eterno Creador.
Cuán natural sería esto y cuán antinatural e imposible lo es bajo nuestras condiciones presentes de ocultamiento de la ley, el entregarnos completamente al Creador, el dar nuestros pensamientos y deseos a Él sin reserva, ser lo que Él quiere que seamos, no tener el menor cuidado por nosotros mismos, no pensar en nosotros; por así decir, dejar de estar pendiente de nuestras individualidades, transferir todos nuestros sentimientos propios a Él, tratar de acceder a Él, vivir de acuerdo a Sus propósitos y a Su voluntad.
Todo lo citado anteriormente deja claro que sólo hay una cosa de la que se carece en nuestro mundo y esa es: ¡La percepción del Creador!
Esta es la razón por la cual ello debería ser el único propósito del hombre en este mundo, el único objetivo en el que el hombre no debería escatimar esfuerzos para lograrlo, ya que sólo en la percepción del Creador yace su salvación, de las calamidades de esta vida y de una muerte espiritual.
Los métodos de búsqueda para la percepción del Creador se denominan Cabalá.
La percepción del Creador se denomina fe. Un error común en la interpretación de esta palabra, consiste en pensar que la fe significa andar a tientas en la oscuridad, sin ver o percibir al Creador; es decir, tomando esta palabra en un sentido directamente opuesto a su verdadero significado. De acuerdo con la Cabalá, la Luz del Creador que se difunde en el hombre, la Luz del vínculo del hombre con el Creador, la sensación de unificación, es llamada la Luz de la fe o solamente fe.
La fe, la Luz del Creador, da al hombre una sensación de estar vinculado con lo eterno, una comprensión del Creador, un sentido de plenitud, una comunicación explícita con el Creador, de absoluta seguridad, inmortalidad, grandeza y fuerza.
Todo lo antes mencionado pone en evidencia que la liberación de nuestra temporal existencia, cargada de sufrimientos y de búsquedas agotadoras de placeres transitorios, se basa solamente en alcanzar la fe; es decir, en percibir al Creador.
En cualquier caso, la única causa de nuestros infortunios, de la inutilidad y temporal naturaleza de nuestra vida, es nuestro fracaso en percibir al Creador. La misma Torá nos dice: "¡Juzguen y vean por ustedes mismos cuán bueno es el Creador!"
La finalidad de este sitio es ayudar al lector a realizar sus primeros pasos en su manera de percibir al Creador. Quienes se den cuenta de la necesidad vital de percibir al Creador, llegarán a la decisión de estudiar los trabajos originales de la Cabalá: el libro del Zohar con los comentarios Sulam, los trabajos de Ari y los trabajos de Ashlag.