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1. No hay nada más que Él

Lo escuché en Parashat Itró 1, el 1 de febrero de 1944


Está escrito: “No hay nada más que Él”. Esto significa que no existe ningún otro poder en el mundo capaz de oponerse al Creador. Y la razón por la cual uno ve que en el mundo hay cosas y poderes que niegan Su Poder Absoluto, se debe a que el Creador así lo desea.

Y este modo de corrección se llama “la mano izquierda rechaza y la derecha acerca”; es decir, aquello que la izquierda rechaza se considera una corrección. Esto significa que en el mundo existen cosas que, desde un principio, han tenido como finalidad desviar al hombre del camino correcto, y por medio de las cuales es rechazado de la Kedushá (Santidad).

Y el beneficio de estos rechazos es que, por medio de ellos, la persona recibe una necesidad y un deseo completo de que el Creador le ayude, puesto que ve que de otra manera estaría perdida ya que no sólo no progresa en su trabajo, sino que ve que retrocede, es decir, carece de la fuerza para observar la Torá y las Mitzvot[1] (preceptos), incluso en Lo Lishmá[2] (no en beneficio de la Torá). Pues sólo superando todos los obstáculos de manera genuina, por encima de la razón, pueden observarse la Torá y las Mitzvot. Pero la persona no siempre posee la fuerza para sobreponerse por encima de la razón; por el contrario, se encuentra forzada a desviarse de la senda del Creador, Dios no quiera, aun siendo Lo Lishmá.

Y aquel que siempre siente que lo fragmentado excede a lo intacto, es decir, que existen muchos más descensos que ascensos, y que no ve un final a estos estados, cree que permanecerá para siempre al margen de la Kedushá (Santidad), pues siente que es demasiado difícil para él observar la Torá en lo más mínimo, a menos de que pueda trascender por encima de la razón. Pero no siempre es capaz de conseguirlo. Por lo tanto, ¿cuál será el final de todo esto?

Entonces, finalmente determina que nadie puede ayudarle sino el Mismo Creador. Esto le lleva a realizar una sincera demanda de corazón al Creador para que le abra los ojos y el corazón y, ciertamente, le acerque más a la eterna adhesión con Dios. De esto se deduce que todos los rechazos que había experimentado, provenían del Creador.

Esto significa que no se debía a que hubiera fallado, a que no tuviera la capacidad de sobreponerse a los obstáculos. En cambio, a aquellas personas que verdaderamente desean acercarse al Creador, y con el fin de que no se contenten con poco, es decir, no permanezcan como niños ignorantes, se les brinda ayuda desde Arriba, para que no puedan decir: “Gracias a Dios, tengo Torá, Mitzvot y acciones de bien; por lo tanto, ¿qué más puedo necesitar?”

Y solamente si uno posee un deseo sincero, recibirá ayuda desde Arriba. Y constantemente se le muestra cuán carente está en su estado presente. Esto significa que se le envían pensamientos y opiniones que se oponen al trabajo con el fin de hacerle ver que no está unido al Señor. Y en la medida en que consigue sobreponerse, siempre acaba viendo que se encuentra más lejos de la Kedushá que los demás, quienes se sienten unidos al Creador.

Sin embargo, uno siempre tiene quejas y reclamos, y no consigue justificar el comportamiento del Creador, y cómo Él se comporta con uno. Esto le provoca dolor. ¿Por qué no está unificado con el Creador? Finalmente llega a sentir que no tiene parte alguna de la Kedushá.

Aunque uno en ocasiones recibe un despertar desde Arriba que le revive momentáneamente, enseguida vuelve a caer a lo más bajo. No obstante, esto es lo que lo lleva a descubrir que sólo Dios puede ayudarle y acercarle realmente.

El hombre siempre debe tratar de aferrarse al Creador. Esto significa que todos sus pensamientos deben estar orientados hacia Él, y que aun encontrándose en el peor estado, un estado del cual no pueda concebirse un mayor descenso, no debe abandonar Su dominio. Es decir, no debe concebir que exista otra autoridad que le esté impidiendo entrar en la Kedushá, y que sea capaz de causar beneficio o daño alguno.

Esto significa que no debe pensar que existe la fuerza de la Sitra Ajra (otro lado, opuesto) impidiéndole ejecutar buenas acciones y seguir la senda de Dios. En cambio, todo es llevado a cabo por el Creador.

Baal Shem Tov decía que aquel que sostiene la existencia de otra fuerza en el mundo, es decir, Klipot (cáscaras), se encuentra en un estado de “servir a otros dioses”. No es necesariamente el pensamiento herético el responsable de la transgresión. Pero si él cree que existe alguna otra autoridad y fuerza aparte del Creador, de esta forma ya está cometiendo un pecado.

Más aún, aquel que sostiene que el hombre es dueño de su propia autoridad y que afirma que fue él mismo quien ayer no deseó seguir la senda del Creador, también está pecando de hereje. Esto se debe a que no cree que sólo el Creador sea quien dirige al mundo.               

Sin embargo, cuando comete una transgresión, ciertamente debe arrepentirse y lamentarse por haberla cometido. Pero también aquí debemos colocar al dolor y a la pena en el lugar que les corresponde, es decir, ¿dónde encuentra la causa de ese pecado? Pues este es el punto del que se debe lamentar.

Entonces, la persona debe arrepentirse y decir: “He cometido ese pecado, porque el Creador me arrojó de la Kedushá a un lugar de suciedad, a la letrina, al sitio de residuos”. Esto significa que el Creador le dio a uno un deseo y un anhelo para entretenerse y respirar aire en un lugar pestilente.

(Y se puede afirmar, como está escrito en los libros, que a veces uno llega encarnado en un cerdo. Debemos interpretar esto, como él dice, entendiendo que uno recibe un deseo y anhelo de extraer vida de aquellas cosas que previamente había considerado meros desperdicios, pero ahora desea nutrirse por medio de ellos).

Además, cuando uno siente que ha llegado a un estado de ascenso, y percibe un poco de  sentido en el trabajo, no debe decir: “ahora me encuentro en un estado en el cual comprendo que vale la pena servir al Creador”. En cambio, debe saber que en ese momento ha sido favorecido por el Creador, y por lo tanto, Él lo acercó más a Sí; y esta es la razón por la cual en ese momento percibe un sentido en el trabajo. Y debe cuidarse de no abandonar el dominio de la Kedushá afirmando que exista alguien más que esté actuando aparte del Creador.

(Pero esto significa que el ser favorecido por el Creador, o lo contrario, no depende de la persona misma, sino sólo del Creador. Y el hombre, con su mente externa, no puede comprender por qué razón el Señor lo ha favorecido en ese momento y no después).

Del mismo modo, cuando lamenta que el Creador no lo acerca a Él, también debe cuidar en qué sentido lamenta este distanciamiento respecto del Creador. Pues si lo hace pensando en su beneficio personal, entonces se estaría convirtiendo en un receptor para sí mismo, para su propio beneficio; y quien recibe, está separado de Él. En cambio, debería lamentar el exilio de la Shejiná (Divinidad), o sea, está causando aflicción a la Shejiná.

Uno puede tomar como ejemplo cuando algún pequeño órgano del cuerpo está dolorido, ciertamente el dolor es percibido básicamente en la mente y en el corazón. El corazón y la mente representan la totalidad del hombre. Y por supuesto, la sensación de un solo órgano no puede ser equivalente a toda la sensación de dolor en la persona, donde se siente la mayor parte del dolor.  Así es el dolor que uno siente por estar alejado del Creador, ya que uno no es más que un órgano particular de la divina Shejiná, porque esta es el alma de Israel en su totalidad. Por lo tanto, el dolor particular no se asemeja al grado de dolor general. Esto significa que existe aflicción en la Shejiná cuando los órganos son apartados de ella, y no puede sustentarlos.

(Y podríamos decir que este es el significado de lo que dijeron nuestros sabios: “Cuando un hombre se lamenta, ¿qué es lo que dice la Shejiná? ‘Oprobio a mi cabeza’”). Y si uno no vincula el pesar por estar alejado del Creador a sí mismo, se salva de caer en la trampa del deseo de recibir “para sí mismo”, que es considerado “separación de la Santidad”.

Lo mismo sucede cuando uno siente cierta cercanía con la Kedushá; cuando siente alegría por haber sido favorecido por el Creador. También entonces uno debe sostener que su gozo se debe principalmente a que ahora existe deleite Arriba, en la Sagrada Shejiná, al haber logrado acercar a Ella ese órgano particular, en vez de haberlo tenido que alejar de Su lado.

Y uno obtiene alegría del hecho de ser recompensado con poder deleitar a la Shejiná. Esto está en concordancia con el cálculo anterior que dice que, cuando hay deleite para lo individual, es sólo una parte del deleite del total. A través de estos cálculos, uno pierde su individualidad y evita ser atrapado por la Sitra Ajra, que es el deseo de recibir “en beneficio propio”.

Si bien el deseo de recibir es imprescindible, pues de él está compuesto el hombre en su totalidad,, se debe a que cualquier cosa que exista en la persona aparte del deseo de recibir, no pertenece al creado, sino que se le atribuye al Creador. Pero el deseo de recibir placer debe ser corregido invirtiéndolo con el fin de otorgar.

Esto significa que el placer y el deleite que el deseo de recibir consigue, deben corresponder con la intención de brindar deleite Arriba cada vez que el creado sienta placer, puesto que este fue el propósito de la creación: beneficiar a Sus creaciones. Y esto se llama “el deleite de la Shejiná Arriba”.

Por esta razón uno debe hallar consejo sobre cómo causar deleite Arriba. Y por cierto, si uno recibe placer, también Arriba se sentirá contento y satisfacción. Por eso, el individuo anhela estar siempre  en el palacio del Rey, y poder divertirse con los tesoros del Rey. Y eso, por supuesto, provocará contento y satisfacción Arriba. De esto se desprende que todo el anhelo debe estar orientado exclusivamente  en beneficio del Creador.



[1] También Mandamientos.

[2] En traducción literal “no en Su Nombre”.

 

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