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Carta no. 42

 

Carta 42

Londres, 1927


Al honorable… que tu vela arda siempre

Abriré ante ti mi corazón con estas palabras: me extraña muchísimo que los amigos no añoran debidamente mi pronto regreso a casa. Y yo pienso en ti, que de todos modos tú eres el mejor de todos, que tú no puedes escribirme y explicar tus palabras, entonces tú eres el que está más necesitado, a comparación de los demás, de un encuentro cara a cara. Debido a que es así, pensaré que tú lo añoras más que ellos y por eso hablaré y así me sentiré mejor.

Por otra parte, contemos los beneficios que has adquirido en todos los días que estuviste conmigo, aunque aún no esté claro de quién es la culpa, pero sea como fuere, la esperanza está disminuyendo y requiere de un fortalecimiento.

Por mi parte no puedo ayudarte en esto, solo asegurarte que la culpa no es mía sino solamente tuya, debido a tu falta de conocimiento o tu debilidad en la fe, etc. Es por eso que no han servido todas mis oraciones por ti, porque no entendiste todavía cómo llevarlo a la práctica, y es por eso que te daré una completa introducción, la cual cumplirás y así te sentirás mejor: de momento que el hombre cae en gracia ante el Creador y el Creador lo llama para adherirse a Él, está claro que está listo y preparado para ello, con todo su corazón y sus fuerzas, ya que de otro modo Él no lo invitaría a su banquete. Y si la fe que hay en su corazón es una estaca que no cae, entonces comprende este leal llamado, y reconoce su sitio para siempre, y así obra y come y recibe al Rey y no provoca disminución porque su mente y su fe están completas.

Dijeron nuestros sabios: “Teme al Señor, tu Dios, inclusive a los sabios discípulos”; esto incluye a quien se une con verdadera unión, y felices son aquellos que están a la altura.

Podrás ver la validez de estas palabras en ti mismo, porque al llegar la hora que ya estabas listo para conectarte, no dejé perder el momento para esperar que vengas a mi casa ya que prontamente estuve en dónde estabas tú. Y si bien no me viste en persona, sentiste mi amor y la elevación de la santidad en la profundidad de tu corazón. Lo que te quedaba entonces por hacer fue apurarte y venir a saludarme con amor. Quien anhela, hace y completa su parte, y así lo hiciste, y enviaste a mis oídos sentimientos de amor, sublimidad y alegría, todo el camino desde tu casa hasta la colina, con pasión leal.

 

Solo que después de subir la colina y de saludarme, comenzaron a disminuir la alegría y el amor. Y esto es a causa de tu falta de fe en mí, y mi sincero amor por ti es como el tuyo por mí, como agua cara a cara, y ese es el primer defecto entre tú y yo, pues con ese pensamiento te fuiste de inmediato y te alejaste de mí, en esa medida. Así es la naturaleza de todo lo espiritual, que las cosas se entretejen con una rapidez fantástica, y la concepción y el parto son actos cercanos uno al otro. Por eso, de momento que tu vientre concibió ese temor, “pronto diste a luz paja”. Es decir, que dudaste de ti mismo y pensaste que tus pensamientos acerca de mí - placenteros, sublimes y exaltados, eran exagerados y quizás no fuese así, y luego “seguramente que no es así”. Y así me viste necesariamente distanciado de ti, y todo mi trabajo y mi esfuerzo se depositaronhasta llegar un momento más apropiado.

Y llegado el momento adecuado volví a ti como antes y tú también repetiste tus actos previos, más o menos. Y a veces deseaste escucharme comentar al respecto explícitamente, así como uno habla con su amigo, ni menos. Pero no soy bueno en estas cosas, como está escrito: “Porque soy lento de habla y lento de lengua”. Tú tampoco deberías esperar esto en un futuro a no ser que lograras santificar tu cuerpo material, que tiene lengua y oídos, a tal modo que sea realmente digno del mérito de lo espiritual.  

Pero no podrás entender esto porque no tienes percepción de lo oculto. Pero yo, todo lo que se me permite no lo retengo en absoluto, y “más de lo que el ternero…”, etc.

Te describiré las cosas que me has mencionado a través de una fábula: un hombre camina por el camino principal y ve un bello jardín y escucha una voz que le llama, proveniente del rey que estaba caminando en el jardín. Entusiasmado, con un salto pasa la cerca y se encuentra dentro del jardín. Con tanta emoción y prisa no se dio cuenta que caminaba ante el rey y el rey iba cerca paseando justo detrásde él.

Y así iba caminando y agradeciendo y alabando al rey con toda su fuerza con intención de prepararse para recibir al rey. Y no notaba en absoluto que el rey se encontraba a su lado. Y de pronto gira su rostro y ve que el rey se encuentra a su lado. Naturalmente, en ese momento se siente muy feliz. Y comenzó a caminar detrás del rey, glorificando y alabándolo todo lo que podía, ya que el rey iba delante de él y él iba tras el rey.

Y así iban paseando, hasta la puerta. Y el hombre sale por la puerta y regresa al sitio donde estaba inicialmente, y el rey se queda en el jardín y cierra la puerta. Y cuando el hombre ve que ya se separó de él, y el rey no se encuentra a su lado, comienza a buscar la puerta por la que salió de modo que el rey esté delante de él. Pero no hay tal puerta, sino solo como fue la primera vez, que él iba delante del rey y el rey iba detrás de él sin

 

que lo notara.

Así debe ser también ahora. Pero esto requiere de una gran habilidad. Comprende y estudia esta fábula, porque es exactamente el caso entre nosotros. Cuando estabas conmigo y sentí la frialdad que surgió de ti a comparación de lo que era antes, tú deberías haber evitado mirarme y ocultado tu rostro como si yo no supiera nada de todo lo que te pasaba a ti y en tu corazón en todo el camino hasta que llegaste a mí.

Este es el sentido de “y creyeron en Dios y en su siervo Moisés”, porque a cambio de que “Moisés ocultó su rostro” fue retribuido con “miró la imagen de Dios”. Esto significa que si hubieras creído en mi oración por ti, estando yo contigo, escuchando toda la alabanza y glorias que pensaste sobre mí, seguramente te hubieras avergonzado mucho por la frialdad en vez de la calidez. Y si te hubieras avergonzado y lamentado debidamente, habrías recibido la merced de Dios sobre ti. Entonces hubieras recuperado el entusiasmo, más o menos, y hubieras conseguido unirte conmigo debidamente, como una estaca que jamás cae.

Yehuda Leib

 

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