Según el manuscrito – Lo escuché en 1943
Cuando uno estudia Torá y desea que todos sus actos sean con el fin de otorgar, siempre debe tratar de apoyarse en la Torá. El apoyo es considerado como el sustento, que es amor, temor, júbilo, frescura, etc. Y uno debe extraer todo esto de la Torá. En otras palabras, esta debe proporcionar a uno dicho resultado.
Sin embargo, cuando uno estudia Torá y no obtiene estos resultados, no se considera Torá. La razón de eso es que la Torá significa la Luz vestida en la Torá, como dijeron nuestros sabios: “He creado la inclinación al mal, he creado la Torá como condimento”. Esto se refiere a la Luz que está en la Torá, pues la Luz en ella corrige dicha inclinación.
También debemos saber que la Torá se divide en dos aspectos: 1) el aspecto de Torá; 2) el aspecto de Mitzvá. De hecho, es imposible comprender estos dos aspectos antes de que se nos concede caminar por la senda de Dios conforme a “El secreto del Señor es para aquellos que le temen”. Esto se debe a que cuando uno se encuentra en estado de preparación para entrar al Palacio del Señor, es imposible comprender la senda de la verdad. No obstante, es posible dar un ejemplo, ya que incluso una persona que se encuentra en el período de preparación puede entender en cierta medida, como dicen nuestros sabios (Talmud, Sutá 21): “Rabí Yosef dijo: ‘Una Mitzvá protege y salva cuando es practicada... La Torá protege y salva cuando es practicada pero también cuando no es practicada’”.
El hecho es que “cuando es practicada” se refiere al momento en que uno tiene cierta Luz. Esta Luz que obtuvo solo puede usarse cuando se encuentra en uno, pues en ese momento uno se regocija por la Luz que le ilumina. Esto se denomina aspecto de Mitzvá, es decir, que aún no ha alcanzado el aspecto de Torá, sino que extrae vitalidad de Kedushá (Santidad) solamente de la Luz. No ocurre lo mismo con la Torá: cuando uno alcanza algún medio para su trabajo, puede usar ese medio que ha logrado incluso cuando no la esté practicando; es decir, aun cuando no tenga la Luz. Esto se debe a que solo la luminiscencia se ha ido de su lado, pero puede utilizar ese medio que ha alcanzado en el trabajo aun cuando la luminiscencia lo haya abandonado.
Sin embargo, uno debe tener claro que el aspecto de Mitzvá, cuando es practicada, es mayor que la Torá cuando no está siendo practicada. “Cuando es practicada” quiere decir que en ese momento uno está recibiendo la Luz; a esto se refiere con “practicada”; cuando uno recibe la Luz en ella. Por lo tanto, cuando uno ya tiene la Luz, una Mitzvá es más importante que la Torá cuando uno no tiene Luz, esto es, cuando no hay la vitalidad de la Torá. Por un lado, la Torá es importante porque uno puede usar el medio que ha alcanzado a través de esta. Pero esto es por el hecho de que ella carece de vitalidad, llamada “Luz”, mientras que en la Mitzvá uno recibe la vitalidad que llamamos “Luz”, y en este sentido, la Mitzvá es más importante.
Así, cuando uno carece de vitalidad, es considerado “malvado”. por la razón que en ese momento uno es incapaz de decir que el Creador dirige el mundo como “Bueno y Benefactor”. Esto implica que él recibe el nombre de “malvado”, pues condena a su Creador, pues ahora siente que carece de vitalidad y que no tiene nada por lo qué regocijarse y poder decir que da gracias al Creador por haberle otorgado placer y deleite.
Uno no puede decir que cree que el Creador dirige Su Providencia hacia los demás de manera benévola, puesto que entendemos que la senda de la Torá es una sensación en los órganos. Si uno mismo no siente placer y deleite, ¿de qué le sirve que otros experimenten beneficio y placer? Si uno realmente creyera que la Providencia se revela como benevolente hacia el prójimo, esta creencia debería proporcionar placer y deleite por entender que el Creador dirige al mundo con Providencia de placer y deleite. Si no nos causa vitalidad y alegría, ¿cuál es el beneficio de decir que Él vela por su prójimo con benevolencia?
Lo más importante es lo que uno siente en su propio cuerpo, ya sea bueno o malo. Uno disfruta del placer de su amigo solo si disfruta del beneficio de su amigo. En otras palabras, aprendemos que, con la sensación del cuerpo, las razones no importan. Lo único que importa es si uno se siente bien.
En ese estado uno dice que el Creador es “Bueno y Benefactor”. Si uno se siente mal, no puede decir que el Creador se comporta con él de manera benevolente. Así, precisamente si uno disfruta con la felicidad de su amigo, si esto exalta su espíritu, y siente alegría por el bienestar de su amigo, entonces puede decir que el Creador es un buen dirigente. Si uno carece de alegría, se siente mal. Entonces, ¿cómo puede decir que el Creador es benevolente? Por eso, un estado en el que no se posee vitalidad ni regocijo es considerado un estado en el que no se siente amor por el Creador ni se tiene la capacidad de justificarlo y ser feliz, como correspondería a quien tiene el honor de servir a un rey tan importante y grandioso.
Es preciso saber que la Luz Superior se encuentra en un estado de absoluto reposo. Y toda expansión de los nombres sagrados es llevada a cabo por los inferiores. En otras palabras, todos los apelativos que posee la Luz Superior provienen del alcance de los inferiores. Esto significa que la Luz Superior es nombrada de acuerdo con la forma en que uno la alcanza, es decir, de acuerdo con su sensación.
Si uno no siente que el Creador le otorga algo, ¿qué nombre puede darle si no recibe nada de Él? En cambio, si uno cree en el Creador, cada uno de los estados que siente, dice que proviene de Él. En ese estado, uno nombra al Creador de acuerdo con sus propias sensaciones. Si uno se siente feliz en el estado en que se encuentra, dice que el Creador es llamado “Benevolente”, ya que esto es lo que siente, que recibe el bien de Él. En ese estado uno recibe el nombre de Tzadik (hombre justo), puesto que él Matzdik (justifica) a su Creador. Si uno se siente mal en el estado en que se encuentra, no puede afirmar que el Creador le envía el bien. Por lo tanto, en ese estado, se denomina Rashá (malvado), porque él Marshía (condena) a su Creador. Sin embargo, no existe un estado intermedio en el que uno afirme sentirse tanto bien como mal, o bien es feliz o bien es desgraciado.
Nuestros sabios escribieron (Talmud, Berajot 61): “El mundo no fue creado..., sino para aquellos totalmente malvados o para aquellos totalmente justos”. La razón de esto es que no hay una realidad tal en la que uno se sienta bien y mal a la vez.
Cuando nuestros sabios dicen que hay punto intermedio, se refieren a que con respecto a los creados, que poseen el aspecto del tiempo, se puede concebir un punto intermedio, entre dos tiempos, uno tras el otro; y así lo hemos aprendido, que existe una cuestión de ascensos y descensos. Estos son dos momentos: en uno es malvado y en otro es justo. Pero no es posible que uno pueda sentirse bien y mal de manera simultánea, en un mismo momento.
Esto significa que, cuando afirmaron que la Torá era más importante que una Mitzvá, se referían precisamente al momento en que esta no es puesta en práctica, es decir, cuando uno no tiene vitalidad. Entonces la Torá es más importante que una Mitzvá que no tiene vitalidad. La causa de esto es que uno no puede obtener nada de una Mitzvá que no tiene vitalidad. Pero con la Torá uno aún conserva un sentido del trabajo, de lo que había recibido mientras practicaba la Torá. Aunque la vitalidad se haya ido, esa noción que recibió permanece en él, y la puede utilizar. Existe un tiempo en que una Mitzvá es más importante que la Torá, esto es, cuando hay vitalidad en la Mitzvá, y no tiene vitalidad en la Torá.
De esta forma, cuando no la práctica, o cuando uno no obtiene vitalidad ni regocijo en la labor, no hay otro consejo más que rezar. No obstante, durante la plegaria uno debe saber que es malvado por no percibir el deleite y el placer en el mundo, aunque haga todo tipo de cálculos para creer que el Creador solamente otorga el bien.
A pesar de ello, no todos los pensamientos que uno tiene son verdaderos en el sentido del trabajo. En la labor, si el pensamiento lleva a la acción, es decir, a una sensación en los órganos, de forma tal que estos sientan que el Creador es bueno y benefactor, los órganos deberían recibir vitalidad y regocijo de esto. Si uno no posee vitalidad, ¿de qué sirven todos los cálculos si ahora los órganos no aman al Creador debido a que Él les imparte Su abundancia?
Así, uno debe saber que si no obtiene vitalidad ni regocijo del trabajo es una señal de que es malvado, pues es infeliz. Todos los cálculos que realice serán falsos si no conducen a una acción, es decir, a la sensación en los órganos de que uno siente amor por el Creador porque Él otorga deleite y placer a los creados.