Lo escuché el 31 de marzo de 1947
Un tesoro es un Kli en el cual se coloca lo que se posee. El grano, por ejemplo, se coloca en el granero, y los objetos preciosos se ponen en un lugar más protegido. Así, cada cosa recibida es llamada según su correlación con la Luz, y la vasija debe ser capaz de recibir las cosas. Como ya hemos aprendido, no hay Luz sin Kli. Y esto es lo que ocurre incluso en el mundo físico.
Sin embargo, en la espiritualidad ¿qué es el Kli, dentro del cual podemos recibir la recompensa espiritual que el Creador desea darnos y que tendrá que estar en correspondencia con la Luz? –Esto es como en la corporalidad, donde la vasija tiene que estar en correlación con el objeto dentro de ella.
Por ejemplo, no podemos decir que tenemos tesoros de vino almacenados en sacos nuevos para protegerlo y evitar que se avinagre; ni tampoco que tenemos abundante harina que ha sido guardada en barriles. En vez de esto, hay una forma de proceder según la cual el contenedor indicado para el vino son los barriles y las botellas, mientras que para la harina son los sacos y no los barriles, etc.
De este modo, surge una pregunta: “¿cuál es el contenedor espiritual, los Kelim (vasijas) con los que poder acumular un gran tesoro de abundancia superior? Según la que dice que el deseo de la vaca por amamantar al ternero es mayor que el deseo de este por ser amamantado, a raíz de “Su deseo es hacer el bien a Sus creados”. Y la razón del Tzimtzum (restricción), debemos creer que es por nuestro propio bien. Y el motivo debe ser que no tenemos las vasijas apropiadas para albergar la abundancia, del mismo modo que las vasijas corporales deben ser aptas para contener lo que se deposite en ellas. Por lo tanto, debemos afirmar que si conseguimos los Kelim, tendremos con qué sostener los agregados de abundancia.
La respuesta a esto es que, en la tesorería del Creador, existe solo el tesoro del temor de Dios (Berajot 33).
Sin embargo, debemos interpretar qué es el temor. Este es un Kli, y el tesoro está hecho de este Kli, y todas las cosas importantes se colocan allí. Entonces dijeron los sabios que el temor es tal como está escrito acerca de Moisés: nuestros sabios dijeron “La recompensa por ‘Y Moisés ocultó su rostro, pues temía mirar’ fue ‘y él contempla la imagen del Señor” (Berajot p.7).
El temor se refiere al temor que uno siente por el inmenso placer que allí existe, que no puede recibir con la intención de otorgar. Con esta recompensa, es decir, por haber sentido temor, ha construido para sí mismo un Kli dentro del cual poder recibir la abundancia superior. Este es el trabajo del hombre, y todo lo demás, lo atribuimos al Creador.
Sin embargo, no es así con respecto al temor, porque el significado del temor no es recibir. Y lo que el Creador otorga, lo da para que sea recibido, y este es el significado de “todo está en manos de Dios, salvo el temor a Dios”.
Esta es la vasija que necesitamos. De lo contrario, nos consideraremos necios, tal como dijeron nuestros sabios: “¿Quién es necio? Aquel que pierde lo que se le ha dado”. Quiere decir que la Sitra Ajra nos despojará de la abundancia si no podemos aspirar a obrar con el fin de otorgar, porque entonces va a las vasijas de recepción, es decir, a la Sitra Ajra y a la impureza.
Este es el significado de “Y observarán las Mitzvot”. Observar significa temer. Y aunque la naturaleza de la Luz, que se cuida a sí misma, lo cual significa que la Luz desaparece antes de que uno desee recibirla dentro de las vasijas de recepción, uno debe actuar por sí mismo en todo lo que esté a su alcance. Como dijeron nuestros sabios: “Cuídense a ustedes mismos solo un poco desde abajo, y yo los cuidaré mucho desde Arriba”.
La razón por la cual le atribuimos temor a la gente, según dijeron nuestros sabios “todo está en manos de Dios, salvo el temor a Dios”, es porque Él puede darlo todo, menos el temor. Y por eso, lo que el Creador da es amor, en lugar de temor.
El temor se adquiere a través del poder de la Torá y de las Mitzvot. Esto quiere decir que cuando uno observa la Torá y las Mitzvot, con intención de lograr complacer a su Creador, esa intención que subyace en los actos de sus Mitzvot y del estudio de la Torá, le llevan a lograrlo. De lo contrario, uno se quedaría sin avanzar Y aunque observase la Torá y las Mitzvot en detalle, permanecería simplemente en el grado de inerte de Kedushá.
Por ende, uno siempre debe recordar la razón que le obliga a observar la Torá y las Mitzvot. A esto se refirieron nuestros sabios al decir “que vuestra Santidad sea para Mi Nombre”. Esto significa que “Yo seré vuestra causa, pues todo vuestro trabajo consiste en querer complacerme a Mí, es decir, que todas vuestras acciones sean con intención de otorgar”.
Nuestros sabios dijeron (Berajot 20): “Todo lo se halla en observar, también se halla en recordar”. Esto significa que todos aquellos que observan la Torá y las Mitzvot, lo hacen con la intención de lograr “recordar”, a modo de “Cuando yo me acuerdo de Él, Él no me permite dormir”. Por consiguiente, observar es lo primordial para lograr recordar.
Por lo tanto, el deseo de uno consiste en recordar que el Creador es la causa por la que se observan la Torá y las Mitzvot. Esto se debe a que resulta que la razón y causa de observar la Torá y las Mitzvot es el Creador, ya que sin eso uno no puede adherirse a Él, porque “Él y Yo no podemos habitar en la misma morada” debido a la disparidad de forma.
La razón de que la recompensa y el castigo no sean revelados, que solo debamos creer en la recompensa y el castigo, se debe a que el Creador desea que todos trabajen para Él y no para sí mismos. Esto se discierne como disparidad de forma con respecto al Creador. Si la recompensa y el castigo fueran revelados, uno trabajaría por amor a sí mismo, es decir, para que el Creador lo ame, o por odio a sí mismo, es decir, por miedo a que el Creador lo odie. Esto implica que el motivo para el trabajo es únicamente la persona, no el Creador; y el Creador desea ser el motivo determinante.
Así, vemos que el temor se manifiesta precisamente cuando uno reconoce su bajeza, y dice que está sirviendo al Rey, es decir, que su deseo de otorgarle a Él es un gran privilegio, y eso es más valioso que lo que uno pueda expresar. Esto obedece a la regla que sostiene que cuando uno le da a una personalidad importante es como si recibiera de ella.
En la misma medida en que uno siente su bajeza, puede uno empezar a apreciar la grandeza del Creador, y se despertará el deseo de servirle a Él. Pero si uno es orgulloso, el Creador dice: “él y Yo no podemos habitar en la misma morada”.
Este es el significado de “Un necio, un malvado y un grosero son la misma cosa”. La razón de esto es que al no sentir temor, es decir, al no poder rebajarse ante el Creador ni decir que es un gran honor servirle a Él sin recompensa alguna, uno no puede recibir ninguna sabiduría del Creador; y permanece como un necio. Entonces, aquel que es necio, es malvado, como dicen nuestros sabios: “Uno no peca a menos que haya sido alcanzado por la necedad”.