Yo escuché el 1 de Elul, 5 de septiembre de 1948
Existen dos discernimientos en la Torá, y existen dos discernimientos en el trabajo. El primero es el discernimiento del temor y el segundo es el del amor. La Torá se considera un estado de plenitud: no nos referimos por parte del trabajo de uno, sino que hablamos en referencia a la Torá en sí misma.
El primero se llama “amor”, y significa que uno tiene un deseo y anhelo de conocer los caminos del Creador y Sus tesoros ocultos, para lo cual empeña toda su fuerza y energía para lograrlo. Uno considera todo lo de la Torá que extrae a través de su estudio como si hubiera ganado algo de valor incalculable. Según la importancia que le conceda a la Torá, crecerá gradualmente hasta que, se le van revelando los secretos de la Torá, siempre en función de sus esfuerzos.
El segundo discernimiento es el temor, y significa que uno desea ser siervo del Creador. Y puesto que “Aquel que desconoce el mandamiento del Superior, ¿cómo puede servirle?”, uno teme y le aterra no saber servir al Creador. Cuando uno aprende de esta manera, siempre descubre gusto en la Torá y lo puede usar; y así se deleita y emociona según el grado de apreciación e importancia que conceda al hecho de haber sido agraciado con algo de la Torá. Y si uno persiste en esta forma, gradualmente se le revelan los secretos de la Torá.
Aquí surge una diferencia entre las enseñanzas externas y la sabiduría de la Torá: en las enseñanzas externas la admiración reduce el intelecto, ya que la emoción es lo contrario del intelecto. De este modo, el entusiasmo hace que disminuya la comprensión de la mente.
No obstante, en la sabiduría de la Torá, el entusiasmo es esencia, como la mente. La razón de esto es que la Torá es vida, como está escrito: “aquel que tuvo sabiduría, esta le preservó la vida”, pues la sabiduría y la vida son lo mismo.
Por lo tanto, a medida que la sabiduría se revela en la mente, también aparece en la emoción, porque la Luz de la vida llena todos los órganos (creo que por esa razón uno debe siempre verse y sentirse entusiasmado con la sabiduría de la Torá, ya que en ese entusiasmo hay una gran distinción entre lo que es una enseñanza externa y la sabiduría de la Torá).
Ocurre lo mismo con el trabajo, considerado la línea izquierda, ya que se entiende como recepción. El asunto de la “recepción” se refiere a que uno desea recibir porque siente una carencia; y una carencia la consideramos como tres discernimientos: 1) lo que desea el individuo; 2) lo que desea el público; 3) lo que desea la Shejiná (Divinidad).
Todo deseo es contemplado como un deseo de llenar una carencia. Por lo tanto, se considera “recepción”, línea izquierda. La Torá, sin embargo, significa que uno no trabaja porque siente una carencia que debe ser corregida, sino porque desea complacer a su Creador.
(Es como una plegaria, alabanza y gratitud. Cuando uno se consagra a un camino en el que siente la plenitud y no ve deficiencias en el mundo, esto recibe el nombre de “Torá”. No obstante, si uno toma ese camino mientras siente cierta carencia, esto recibe el nombre de “trabajo”).
Deben hacerse dos discernimientos durante el trabajo: 1) debido al amor de Dios, cuando uno desea adherirse al Creador, y cuando siente que este es el lugar donde poder manifestar el grado de amor que siente, y ama al Creador; 2) debido al temor, cuando uno tiene temor de Dios.