Lo escuché en Shabat Teshuvá, 9 de octubre de 1948, en Tel Aviv
La razón por la cual se llama “Shabat Teshuvá”, es que (al final de los diez días de arrepentimiento, en Yom Kipur) decimos “por un pecado”. Y todo aquel que observe la frase “por un pecado” no encontrará su sitio allí en al menos un sesenta por ciento; y apenas cuarenta por ciento podrá llegar a ser explicado y justificado; quizás exista allí una duda que él no esté sintiendo. Pero en un sesenta por ciento, definitivamente no habrá de encontrarse a sí mismo.
Ésta es la razón por la cual existe la virtud del Shabat: la Luz del Shabat puede iluminar para que uno pueda encontrarse a sí mismo en todo el cien por ciento del “por un pecado”, que le fue dado solamente a él, y no a los demás. Pero sin la Luz, no podemos sentir. Por eso se le llama “Shabat Teshuvá”. El Shabat es bueno para la Teshuvá[1] (arrepentimiento), para que uno pueda sentir el pecado. Esto se debe a que primero debemos reconocer el pecado, y luego se puede pedir perdón. Pero si dijéramos “por un pecado” sin sentir el pecado, ¿qué clase de reconocimiento sería este? Después de todo, con el corazón estaríamos negando el pecado. Y la confesión que se realiza con la boca, pero sin la aceptación del corazón, no vale nada.