Lo escuché el 1 de Elúl; 28 de agosto de 1938
Aquel que está sentado en su casa no se asemeja a aquél que está parado ante un Rey. Esto quiere decir que la fe tiene que hacerlo sentir a uno como si estuviera todo el día parado ante el Rey. De este modo tiene amor y temor en plenitud. Y no debe descansar hasta que alcance este grado de fe, pues ese es el sentido de nuestra vida y de nuestros días, y no aceptaremos ninguna recompensa.
Y la falta de fe debe estar atada a los órganos hasta que la costumbre se convierta en una segunda naturaleza, al grado que “cuando me acuerdo de Él, Él no me deja dormir”. Pero todas las cuestiones corporales apagan ese deseo, pues uno puede ver que todo lo que le proporcione placer, al obtener el placer, este anula la carencia y el dolor, y por esto no querrá recibir ningún consuelo.
Uno debe cuidarse de cualquier cosa material que reciba, para que esta no anule su deseo. Esto se consigue lamentándose por sí mismo que, a través de este placer, le faltarán las chispas y el poder de los Kelim (vasijas) de Kedushá (Santidad); es decir, las carencias de Kedushá. Y a través de la aflicción, uno puede cuidar de no perder los Kelim de Kedushá.