Lo escuché
Durante el trabajo, ciertamente, esto trata de dos cosas contradictorias. El estado del Creador es la adhesión, que es el estado de equivalencia, estado de anulación en la realidad (y uno siempre debe representar cómo fue cuando tenía muy poca adhesión, con que estaba lleno de vitalidad y placer y siempre debe aspirar a estar en adhesión, puesto que una entidad espiritual no puede dividirse en dos. Incluso si se trata de un asunto que le llena, siempre debe quedarse con lo bueno. Y debe representarse el tiempo que tenía, ya que el cuerpo no percibe lo negativo, sino lo existente; o sea, estados que ya tuvo. Y el cuerpo puede tomar estos estados como ejemplos).
Y la Torá recibe el estado de “Luz” que hay en ella. Quiere decir que durante el estudio, cuando uno percibe la Luz y desea otorgarle al Creador por medio de esta Luz, sigue el texto que dice: “Aquél que conozca el mandamiento del Amo, le brindará servicio”. Por ende, siente que existe y que desea otorgar al Creador; y esta es la sensación de uno mismo.
No obstante, cuando uno adquiere el estado de “la Torá y el Creador son Uno”, descubre que todo es Uno. En ese instante percibe el estado del Creador en el estado de la Torá. Uno siempre debe anhelar la Luz que hay en ella. Y podemos obtenerla con lo que estamos aprendiendo, aunque es más fácil encontrarla en asuntos de recepción.
Y durante el trabajo existen dos extremos. Uno es traído hacia el estado del Creador, en cuyo tiempo no se puede estudiar la Torá y se aspira a los libros de Jasadim. Y está quien ansía la Torá para conocer los caminos de Dios, los mundos, sus procesos, y los asuntos de dirección. Éstos son los dos extremos. Pero en el futuro, “aplastará la frente de Moab”; o, en otras palabras, ambos están incluidos en el árbol.