“Siéntate y mejor no hagas nada”
… No me será posible seguir conteniendo todo lo que está entre nosotros, así que probaré la amonestación revelada verdadera, porque necesito saber hasta cuánto vale la pena una palabra de verdad en nuestra tierra. Ya que así ha sido mi manera de proceder siempre –el indagar en todas las acciones de la creación, a fin de conocer su valor con precisión vehemente, sea bueno o sea malo.
Porque mis padres depositaron en mí solamente una condición a fin de que pudiese culminarla, y yo ya he encontrado bellas colecciones en aquellas imágenes momentáneas e inactivas, pues no es en vano que se haya preparado esa gran cantidad delante de mis ojos. Aquellas letras hermosas para sentencia de cada sabiduría y cada conocimiento, que no han sido creadas sino para el refinamiento de la sabiduría solamente.
Primero juzgaremos la magnitud de la continua indolencia en este mundo. En general, no es una medida del todo deficiente y despreciable. El asunto es que ya nuestros sabios dijeron, “Siéntate y mejor no hagas nada”. Y a pesar de que la mente simple y unos cuantos escritos niegan esta regla, de todas maneras para precisarlas apropiadamente, yo mostraré que “todas y cada una de ellas son palabras del Dios viviente” y, todo quedará arreglado y en su lugar.
Es completamente claro, que no hay ningún trabajo en el mundo excepto Su trabajo. Al igual que no hay ningún tipo de trabajos adicionales, incluso en las almas, en particular si se refiere a Su esencialidad, tanto que le es mejor no haber venido al mundo, ya que tuerce las palabras en su boca, porque de receptor no se ha transformado en otorgante. Esta es una ley inquebrantable, “y si hubiera estado ahí, no habría sido redimido”.
Y en caso de ser así, no nos conviene, en lo más mínimo, considerar al que trabaja, ni un trabajo semejante siquiera, ya que en lo que a él respecta, él está en la forma de receptor, debido a que esto es una vaciedad completa, y no hay duda que le habría sido mejor “sentarse y no hacer nada”, ya que con este acto se causa daño y causa daño a los demás. Siendo su provecho imposible de determinar, tal como ya dijimos arriba.
Y no me importa en lo absoluto, si resulta que alguno de sus 248 órganos se siente incómodo acerca de esta ley, ni aun si protesta abiertamente en contra de mis palabras, ya que así es la naturaleza de cada palabra de verdad, puesto que no requiere del consentimiento de ninguna mujer nacida, pequeña o grande. Y cada quien que es recompensado con el conocimiento de la Torá, se encuentra que aumenta más su conocimiento.