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Temas selectos de Cabalá

La plegaria

La plegaria es el trabajo del corazón. Ésta expresa los deseos que vienen del corazón. Pero el hombre no tiene poder sobre esos deseos por sí mismo. Él ha sido creado de tal manera que nunca sabe realmente qué buscar o cuáles son sus verdaderas intenciones; por lo tanto, también la naturaleza esencial de sus plegarias es inalcanzable. Por el contrario, todo lo que es expresado en el libro de plegarias, es lo que el hombre debe aprender a querer. Si el hombre trabaja en sí mismo para dirigir y controlar sus deseos y pensamientos, alcanzará el nivel de deseos y ruegos de los autores del libro de plegarias, los miembros de la Gran Asamblea (quienes escribieron el libro de plegarias judío hace dos mil años durante un largo exilio.)

Para que una persona haga concordar de forma armoniosa sus deseos con los de los autores del libro de plegarias, son requeridos algunos pasos preliminares: debemos entender la naturaleza del mal y lo que esto trae consigo. El hombre está esencialmente inclinado al egoísmo, debe entender que éste es la fuente del mal. Debe entenderlo y sentirlo de la manera más intensa posible en la parte más profunda de su alma. 

 

La evolución de las almas

Todo es alcanzado por comparación. Al comparar los atributos del Creador con los nuestros, nos damos cuenta de Su poder y de nuestra bajeza. Uno necesita estar de ese modo al tanto de Su magnificencia y Su omnipotencia. La fe significa sentir al Creador y Su Presencia.

Todas las almas pasan a través de los siguientes estados:

1. La fase que precede su descenso a nuestro mundo.

2. La fase durante la cual son dotadas con cierta deficiencia llamada egoísmo. Esto es lo que las almas perciben como la encarnación física.

3. La fase durante la cual las almas se perciben a sí mismas y al universo espiritual completo después de la consumación final.

La fase que precede al descenso inicial del alma es llamada Olam Ein Sof, , "el Mundo Sin Fin", donde las almas reciben sin límite la Luz del Creador. Después, el alma es envestida con egoísmo y desciende al Olam Ha Ze,, "este mundo", en el cual su unión al mundo espiritual es remota. Allí, el alma no siente más al Creador y no percibe más su condición previa. "Este mundo" se refiere a la percepción del momento presente, o sea, la parte de la creación del Creador que percibimos por medio de nuestros órganos sensoriales. El egoísmo es colocado dentro de los sentidos.

El siguiente nivel es alcanzado al poner bajo control los órganos sensoriales, y al ser un nivel alto, lleva a una percepción de la creación más amplia. Este nivel es sentido antes del proceso de alcanzar "el mundo por venir", el mundo que percibiremos super-sensorialmente, que es lo opuesto al "real" en el que vivimos. Cuando percibimos nuestro medio ambiente y a nosotros mismos, percibimos "este mundo". No obstante, es en el presente que empezamos a contemplar el futuro y la sensación inducida al proyectarnos al futuro, es llamada "el mundo por venir". El proceso se repite a sí mismo "el siguiente día" cuando el "mundo por venir" se convierte en "este mundo", y así sucesivamente.

Un examen atento a las escrituras de Baal HaSulam, puede ayudarnos a entender el proceso por el que atravesamos a cada momento. Por ejemplo, en lo que concierne al comportamiento espiritual del hombre, el asenso solo puede seguir "la línea central" (el comportamiento no polarizado en uno de sus extremos.) La progresión a lo largo de esta línea central, establece la condición en la cual las Escrituras (Torá)-Creador-Israel emergen en una sola cosa. 

 

El trabajo de la Torá

El Creador es la fuente que el hombre anhela. La Torá es la Luz que llena al hombre en el momento presente. Israel es el hombre en sí mismo, esto es, su deseo de unión con el Creador. ¿Cómo pueden esos conceptos totalmente independientes ser idénticos? La meta de la Creación consiste en crear al hombre en este mundo de forma que él pueda adherirse al Creador mientras aún vive en su cuerpo físico. El hombre asciende y cruza los mundos espirituales para alcanzar al Creador. Para ser más exactos, los mundos espirituales penetran en él a tal extremo que él y el Creador se vuelven idénticos. Esto es lo que significa la unión con el Creador. Uno ama al Creador, sigue Sus caminos y observa Sus mandamientos. A este nivel, todas las cualidades del hombre, sus deseos y sus atributos, se han hecho idénticos a los del Creador. La Torá se da al hombre de tal forma que él pueda acceder a este perfecto y eterno nivel y alcanzar el propósito de la Creación. La Torá solo puede ser dada al hombre después de su descenso a este mundo, donde él es dotado de un cuerpo físico con egoísmo. Los ángeles no pueden recibir la Torá  porque entre todas las criaturas sólo el hombre posee absoluto egoísmo. Si el hombre escoge el camino de la Torá, puede neutralizar su cuerpo egoísta y sus deseos, de tal forma que estos no actúen como un obstáculo entre él y el Creador. El hombre y el Creador se unen. Esta unión es un salto atrás al "Estado de la Procreación", anterior al descenso del alma a este mundo, antes de que el alma sea "incapacitada" por el egoísmo. Mas allá, al corregir su egoísmo, el ser humano puede escalar los peldaños de la escalera espiritual y alcanzar el nivel del Creador. Algunas criaturas están desprovistas de egoísmo y, por lo tanto, no tienen una herramienta para progresar y se mantienen en su nivel inicial. Con excepción del hombre, se dice que todas las criaturas están "espiritualmente inanimadas y sin movimiento". Incluso los ángeles, las fuerzas divinas a través de las cuales el Creador gobierna la Creación, no son independientes de la "fuerza-deseo", sino sólo ejecutores de Su voluntad. El hombre, al transformar sus muy desarrollados deseos egoístas, puede llegar a ser igual al Creador.

El alma es una parte del Creador localizada en el hombre, quien nace con una envoltura de egoísmo y sin poder  percibir ni al Creador ni lo espiritual. El egoísmo penetra sus órganos sensoriales que poseen cualidades opuestas a la espiritualidad. Cuando el hombre transforma su egoísmo en altruismo removiendo su cubierta de egoísmo, empieza a percibir la esencia de la Creación en tal forma que nada lo separa del Creador. A este nivel los tres puntos arriba mencionados se unen. Nuestra tarea es remover, con la ayuda de la Torá, todos los obstáculos entre el alma y el Creador. De todos los estudios de la Torá, la Cabalá es el más eficaz, porque infiere en el hombre un rayo de Luz de la más alta intensidad mientras la estudia.

 

Egoísmo

No hay algo semejante al movimiento de un mundo al otro en el "espacio" espiritual. Sólo hay estados interiores, que nos habilitan para percibir nuestra envoltura interna. Es al Creador a Quien nosotros percibimos, pero esta percepción está nublada por pantallas que representan las diferentes manifestaciones de nuestro egoísmo. La percepción del Creador (Creación y espacio), es progresivamente revelada cuando los obstáculos son suprimidos, pero nosotros no nos damos cuenta de eso.  Las porciones de egoísmo que removemos corresponden a los niveles de la escalera espiritual o a los mundos que ascendemos.

Los mundos no son nada más que grados de percepción que tenemos del Creador. El egoísmo que separa nuestra percepción del verdadero conocimiento puede ser encontrado solamente en el hombre. Esto no sucede con el Creador porque la perfección y apertura define su relación con el hombre. La ausencia del Creador sólo es sentida por la persona que esconde los mundos de sí misma, como si se estuviera escondiéndose detrás de los velos de su propio egoísmo. La remoción del egoísmo no ocurre a la primera.

Al principio, el Creador concede al hombre períodos de tiempo correspondientes a vidas en este mundo, como una oportunidad para elevarse a sí mismo en forma espiritual. El ser humano es el maestro del proceso entero. Durante cada una de sus vidas consecutivas, la persona debe remover cierta parte de su naturaleza egoísta y acercarse más al Creador. El hombre repetirá de nuevo una vida mientras no se corrija a sí mismo. La corrección significa que sus deseos llamados "cuerpo" en Cabalá, no formarán más una barrera entre él y el Creador. Cuando esto ocurre, los atributos del ser humano lo vincularán al Creador sin importar el mundo en el cual el hombre se encuentre.

El abandono de la cubierta egoísta  es llamada "la muerte terrestre" y nos guía a renacer en nuestro mundo. Las partes corregidas del egoísmo del alma emergen y una clase de "redistribución" toma lugar. Esto es porque todas las almas son una sola creación y todas las envolturas o cubiertas son puro egoísmo.  La corrección del alma original se hizo posible al dividir en partes la única creación: el alma de Adán. Esas partes son almas individuales y es más fácil corregir cada fragmento que corregirlo entero.

Esto explica por qué las almas se mueven de un mundo a otro durante la corrección. Cuando la corrección se complete, todas las almas individualizadas serán de nuevo unidas dentro de un deseo primordial. El alma primordial recibirá toda la Luz del Creador revelándose Su perfección. Finalmente, sólo existe el mundo sin fin: el mundo de perfecta unión con el Creador. Fuera de ese mundo, todo lo que el hombre percibe no es sino fragmentos de la perfección infinita, del mundo sin fin.

Un fragmento del mundo sin fin es llamado Adam Kadmon, el siguiente Atzilut, luego Briá, Yetzirá y Assiá, el más pequeño fragmento del Mundo Sin Fin que corresponde a nuestro mundo. En otras palabras, el Mundo Sin Fin, tal y como nosotros lo vemos con nuestros sentidos, se contrae hasta alcanzar el tamaño de nuestro mundo. Cuando nuestra percepción se agranda, podemos llamar a este mundo, por ejemplo, el mundo de  Briá y así sucesivamente. Todo depende del alcance de nuestra percepción. El sujeto de nuestros estudios es solamente el hombre. Aparte del hombre y sus sensaciones sólo existe el Mundo Sin Fin. Maljut del Mundo Sin Fin debe pasar por numerosas correcciones.

Nada es creado en vano. Rabí Yehuda Ashlag (Baal HaSulam) cita el ejemplo de un pequeño insecto en la jungla que pasa toda su vida buscando comida y cuya existencia es totalmente desconocida. Aún este insecto y todas sus partes son muy importantes para el cumplimiento de la consumación final. Nada es creado en vano por el Creador y todos los eventos ocurren en armonía con la meta a la que nos acercamos. Este proceso nos concierne lo queramos o no, lo entendamos o lo ignoremos por completo. Todo progresa hacia el cumplimiento de la corrección como fue planeado por el Creador, hacia su completa revelación a todas las criaturas en este mundo.

Las diferentes partes de Maljut del Mundo Sin Fin, difieren en la intensidad de sus deseos. Corresponden en nuestro mundo a las partes del reino natural (mineral, vegetal, animal, humano). De manera similar, la humanidad esta compuesta de muchos tipos de personas. Entonces, ¿por qué  nosotros estudiamos al hombre tan cercanamente y no estudiamos, por ejemplo, la corrección espiritual que las piedras necesitan alcanzar? ¿Acaso no han sido colocadas en nuestro mundo para alcanzar el propósito de la Creación?

El hombre se sitúa aparte. La corrección de la Naturaleza depende de la corrección humana. Trabajando en sí mismo el hombre "anima" a la Naturaleza a ayudarse para alcanzar el estado de completa corrección. No obstante, todos los hombres no han recibido la Torá de nuestro mundo de la misma forma: la gente del mundo ha recibido 7 mandamientos, los judíos 613. Esos mandamientos son también observados en diferentes formas, dependiendo del número de correcciones que un alma debe completar cuando llega a este mundo. Haber nacido en la nación de los judíos no garantiza privilegios específicos. Los judíos tienen más correcciones que cumplir con relación a los demás.  

 

Preceptos y espiritualidad

Los individuos necesitan observar mitzvot (preceptos) de acuerdo a su naturaleza. No obstante, esto no depende de su deseo de estar cerca del Creador; muchos creyentes y no creyentes nunca se preguntan a sí mismos nada acerca del Creador, o el propósito de la Creación, o sobre las correcciones y así sucesivamente. Estos hombres simplemente no han recibido de arriba el deseo de transformarse a sí mismos y  cumplen mecánicamente lo que la tradición les ha enseñado. Son esos gestos mecánicos los que diferencian al hombre, a las naciones, al marido y la esposa, los niños y los adultos. Es claro que un hombre que desea elevarse a sí mismo espiritualmente, ha recibido esta aspiración del Creador. Él, entonces, será diferente a otro hombre que no ha recibido la misma aspiración desde arriba. Por lo tanto, la persona no debe ser distinguida por su apariencia, raza o género. Si estudia o no la Cabalá no es el problema. Quienes la estudian son simplemente los que han recibido la llamada de arriba y expresan el deseo de estudiarla. Entre las mujeres hay también ejemplos, como el de las profetisas Debora y Hulda que también fueron cabalistas.

Los ángeles son como robots que cumplen ciertas tareas en el mundo espiritual, nada más "mueven" cosas de un lugar a "otro". Ellos no pueden crecer espiritualmente o moverse a través de varios niveles espirituales como los seres humanos. Son las fuerzas espirituales actuando en cada nivel espiritual.

Los grados de profecía resultan de los esfuerzos personales. En nuestro mundo sólo existe el Creador, el hombre y el camino que lleva al Creador, al cual se le llama Torá. El medio ambiente del ser humano (sociedad, familia, amigos), son sólo capas que lo separan del Creador y por medio de las cuales él nos influencia. El hombre es puesto en frecuentes situaciones complejas e insoportables, algunas veces llevándolo al sufrimiento y  a la decepción.

 

¿Cómo llegamos a este mundo?

El Creador remueve de sí mismo una pequeña parte (por decirlo de alguna manera) e implanta en ella egoísmo. Este egoísmo "universal" entonces se rompe en pequeñas partes egoístas. Más tarde, una reintegración progresiva de esas partes causa la creación de los Mundos Superiores: Atzilut, Briá, Yetzirá, Assiá. Los "fragmentos" más puros son usados para la creación de los mundos espirituales más altos. Luego, los deseos más egoístas, precisamente el corazón de la Creación, el Maljut del Mundo Sin Fin, lleva a la creación del alma de Adam (Adán), el primer hombre. Entonces, después del pecado de Adán, de nuevo la chispa de Divinidad, atrapada en el egoísmo, se subdivide a sí misma de nuevo en pequeños y más pequeños fragmentos que forman nuestras almas.

Los principiantes que estudian Cabalá frecuentemente no perciben cómo está gobernado el mundo. Se preguntan si las acciones dependen de su elección o del Creador. Antes de que el hombre pueda iniciar un proyecto, debe estar convencido de que sus acciones tienen consecuencias. Aún después de tener éxito, "paradójicamente", debe entender que todo depende solamente del Creador. Si pensamos de esa forma, progresaremos de manera correcta.

Hay cosas que sólo se pueden sentir, no se pueden explicar. La encarnación de lo espiritual en lo material es difícil de describirse en palabras. La ciencia moderna puede justificarse a sí misma, pero ¿cómo puede ser explicado el proceso por el cual un mundo toma la forma de otro? Las explicaciones cabalísticas sólo pueden ser posibles hasta el punto donde el alma de Adán es fragmentada. Esto no es debido a que los cabalistas no quieran aportar más explicaciones, sino porque la explicación corresponde a lo que el hombre siente y no se puede explicar.

El egoísmo es una fuerza espiritual tan poderosa, que el pensamiento en relación a deshacerse de él difícilmente cruza nuestra mente. Para conocernos a nosotros mismos necesitamos vernos desde afuera, para sentir algo diferente a nosotros mismos, para compararnos con algo fuera de nosotros. Los objetos que nos rodean son percibidos porque están hechos del mismo egoísmo, de lo contrario, permanecerían invisibles. El egoísmo toma muchas formas, la más restringida es en la que sólo se percibe a sí mismo y corresponde a la percepción que el hombre tiene en nuestro mundo. Somos tan egoístas que solamente nos podemos percibir a nosotros mismos.

Cuando "crecemos" un poco, nuestro egoísmo llega más allá de los límites de nuestro mundo y empezamos a percibir al Creador. El egoísmo se vuelve espiritual, con lo cual nuestro deseo no se basa más en el placer físico y mundano sino en el disfrute espiritual traído por la Luz del Creador.

El hombre es animado sólo por los deseos conscientes e inconscientes. Nuestra razón nos ha sido otorgada para ayudarnos a tener sentido y alcanzar todos nuestros deseos, por consiguiente, el hombre no puede elevarse más arriba de sus deseos. Motivado por sus deseos y emociones, el hombre dirige primero el curso de sus acciones y sólo después de elegirlas se hace consciente de ellas por su finalidad.

¿Cómo se vuelve en verdad consciente de un evento que sucede? En reacción a las acciones del hombre el Creador manifiesta por grados Su majestuosidad, para darle al hombre una mayor conciencia retrospectiva de las consecuencias de sus acciones. Incluso el recordar nuestra forma de actuar depende del Creador. Él nos enseña el significado de nuestras acciones respondiéndonos, dándonos placer o sufrimiento, de acuerdo a nuestro mérito o culpa.

Nuestra educación es, por lo tanto, un proceso que se desarrolla cada segundo, pero no puede hacer que nos corrijamos a nosotros mismos de ninguna forma. Sólo debemos estar conscientes de nuestro egoísmo y de cómo nos encontramos impotentes cuando lo confrontamos: el Creador busca todo lo que no sea parte de esta conciencia. A medida que el hombre avance en el camino espiritual, logrará moderar más su propia autoestima y entenderá más su verdadera naturaleza. En la medida en que el Creador se revele a sí mismo, el hombre se dará cuenta gradualmente de lo que es en realidad con respecto al Creador. Cuando sabemos esto progresamos en el camino espiritual.

Imaginemos a una persona que ha alcanzado el 99% de su corrección. El remanente 1% que no ha sido corregido, parece mucho mayor que el 99% previo: la "pequeña paja en el ojo" parece enorme. Nuestras acciones y nuestro estudio nos habilitan para estar conscientes del Creador y de nosotros mismos. Cuando el hombre se da cuenta de su absoluta insignificancia se desespera, no ve al Creador, y el mundo entero le parece oscuro. Si mientras se encuentra en este estado oscuro la persona tiene en mente que la fuente espiritual de todo no es más que el Creador -a quien él puede pedir cosas y de quien depende todo-, estará  conciente de su lazo espiritual con Él y, entonces, dejará de desesperarse. Entenderá que esas aparentes condiciones negativas son enviadas en forma temporal desde arriba y que son inevitables.

La forma por medio de la cual nos conectamos nosotros mismos con el Creador no le interesa a Él. Lo más importante para el hombre es entender que Él existe. El Creador envía los deseos  para que podamos reaccionar a Él y crecer espiritualmente.

 

Mandamientos con intención

Yo no me hago entender a mí mismo y ese es mi problema. Cuando uno hace énfasis en el desarrollo espiritual interior, la observación mecánica no se echa a andar, simplemente no es evocada. La atención es puesta en la intención detrás del mandamiento, no en su observación física. Una tercera parte puede concluir que la observación física es ignorada. Se dice que: "Un mandamiento sin intención es como un cuerpo sin alma" (mitsvah bli kavaná keguf bli neshamá, en hebreo). La diferencia entre los cabalistas y los creyentes, los no creyentes, los judíos, los gentiles, radica en el hecho de que los cabalistas quieren desarrollar la intención localizada dentro de las acciones físicas; es decir, no contemplan las acciones físicas como tales. La forma de observar los mandamientos concierne a la Torá revelada (convencional).

Está escrito en el Código de Ley Judío Shulján Aruj que las  leyes descritas en éste código deben ser seguidas por todos, son fácilmente entendibles y no requieren de ningún prerrequisito.

La intención localizada en el cumplimiento de los preceptos no tiene importancia y los mandamientos no transforman al hombre o lo obligan al crecimiento espiritual. Esos mandamientos pueden ser cumplidos repetidamente por un individuo, sin modificar a la persona egoísta que era cuando se transformó en observante de ellos.

Usualmente la observancia de la ley es cuestión de educación. A uno no se le pregunta si la quiere observar o si escoge ser libre de actuar de cierta forma. Uno es educado desde la cuna y nuestro comportamiento está condicionado por hábitos, y esos hábitos son llamados guirsa de yankuta. Promesas de todas las bendiciones de este mundo y del mundo por venir refuerzan esos hábitos. Como el hombre es egoísta, disfruta y acepta esas promesas, e incluso muchas situaciones son resueltas por él mucho mejor que por la gente ordinaria que no sigue los mandamientos.

 

Tiempos modernos

Hoy en día, debido a que las almas espirituales "maduras" descienden a nuestro mundo, la educación, de la que hemos hablado antes, se vuelve insuficiente. El hombre necesita dejar que su intención sea modificada para igualar sus deseos. La Cabalá capacita al hombre a cambiar sus intenciones egoístas por altruistas. Usando una pantalla o Masaj uno empieza a trabajar en sus deseos dirigidos hacia sí mismo, con la intención de dirigirlos hacia el Creador.

El proceso de corrección del egoísmo es llamado "la observación espiritual de los mandamientos". El hombre es dotado con deseos para que él pueda desarrollar su intención de usarlos "tornados hacia el Creador". Esos deseos no eran de él desde mucho antes porque no tenía la capacidad de crear una pantalla o Masaj. Son deseos nuevos, de naturaleza espiritual, lo que significa que corresponden al deseo de regocijo en la Divina Presencia. Son cultivados en un hombre capaz de construir una pantalla contra los deseos egoístas (llamados Klipot o "deseos impuros") para regocijarse en el Creador. En esta etapa el hombre se ha sobrepuesto a los deseos mundanos como el sexo, riqueza, fama, poder y ahora ansía más placeres espirituales.

Existen 613 deseos impuros. Estos nacen en el hombre y van del más fácil al más difícil de corregir. Cuando el hombre adquiere una pantalla en contra de sólo recibir para sí mismo Klipá, se recibe una intención "tornada hacia el Creador" (Kedushá.) Los deseos corregidos en uno pueden entonces recibir la "Luz" espiritual, con la cual es posible sentir al Creador, trayéndonos la alegría de tener equivalencia de forma con Él.

La corrección de los deseos se corresponde con lo conocido como "la observancia de los mandamientos". La Luz espiritual recibida, es la percepción del Creador, y se corresponde con la Torá. Está claro que la observación física de los mandamientos difiere de la espiritual. No obstante, la observación interior espiritual no previene o cancela a la física, esto es precisamente debido a que quien observa los mandamientos, vive en ambos mundos y puede reconciliar dentro de uno mismo los dos modos de observación.

De lo anterior resulta que la observancia física de un código de leyes no afecta los mundos espirituales; esto es a lo que se refiere la oración "un mandamiento sin intención es como un cuerpo sin alma" (espiritualmente muerto). Un mandamiento no puede ser inspirado por una intención Lishmá  cuando los gestos correspondientes no se refieren a la observancia espiritual. Un hombre puede estar sin manos y aun así observar todos los mandamientos espirituales que requieren "manos espirituales": por ejemplo, los deseos espirituales.

Nuestra alma es referida como un cuerpo, Partzuf, y está compuesta de 613 partes, correspondientes a los atributos de nuestro cuerpo biológico. Cada una de las 613 partes de este "cuerpo" espiritual, este Partzuf, corresponde a un deseo específico. El Partzuf se divide a sí mismo en dos partes, dos tipos de deseos: los deseos que corresponden a dar sin restricción (lehashpia al menat lehashpia, en hebreo) y los que corresponden al deseo de recibir sin restricción, pero no para nuestra propia satisfacción (lekabel al menat lehashpia, en hebreo). 

 

División de deseos

Los 613 deseos del alma están divididos en 248 deseos positivos, a través de los cuales el hombre puede alcanzar una intención Lishmá y 365 deseos negativos, que el hombre no puede usar en orden de ganar una intención Lishmá. La diferencia entre los dos tipos de deseos no tiene nada que ver con la intención. En ambos casos la intención es natural y exclusivamente "tornada hacia el Creador". La diferencia radica en el poder del deseo en sí mismo: si el deseo es débil, no despertará placer intenso.

 No obstante, este deseo lo capacita a uno para sentir la unión con el Creador. El placer sentido es llamado el placer de dar sin restricción, es decir, el deseo de satisfacer al Creador porque sólo es posible satisfacerlo al recibir de Él. Pero debido a que este deseo no puede ser sentido con suficiente intensidad, él no puede dar verdaderamente al Creador. Este deseo existe solamente en el nivel de equivalencia de forma con Él.

Todos los deseos nacidos en el hombre son egoístas. Esto significa el deseo de recibir sólo para nuestro propio placer. Únicamente la intención "tornada hacia el Creador" transformará aquel deseo en un deseo altruista, por lo tanto, la diferencia radica solamente en el propósito. Eso es lo que hace a la Cabalá muy importante, porque nos ayuda a transformar nuestra intención.

La intención "tornada hacia el Creador" es llamada "pantalla" porque previene de "recibir para uno mismo" y genera, justamente, que la intención sea "tornada hacia el Creador".

 

Nacimiento del alma

Esta transformación es llamada "el nacimiento" del alma, por que el alma corresponde a los deseos vueltos hacia el Creador. Cuando esta fase toma lugar, se revela el alma del hombre. La intención de este nuevo deseo es ayudar a la persona a  sentir al Creador. Este deseo de recibir placer acoplado con la intención "tornada hacia el Creador", lo llena a sí mismo con Su presencia, Dicha Espiritual y Luz (todos estos son sinónimos de la misma sensación). Las intenciones correctas aparecen progresivamente a lo largo del tiempo con el estudio de la Cabalá. Esta es la ciencia de la intención (Kavaná) y capacita el corazón del hombre para anhelar la espiritualidad. Si el hombre estudia Cabalá  pero no puede experimentar un cambio altruista en su intención mientras está estudiando, se dice que está en el período Lo Lishmá, durante el cual no hay orientación hacia el Creador. En esta etapa el hombre aún trabaja para sí mismo y pertenece a sus deseos egoístas, a nuestro mundo. Este es el nivel que precede a cruzar el Majsom (barrera).

Si el hombre no se preocupa por la transformación de su intención,  está en el nivel Lo Lishmá. Los actos que él hace no tienen vida, no obstante, todos los seres deben eventualmente retornar al Creador. El cambio en la perspectiva también tendrá lugar para aquellos que observen los preceptos mecánicamente. Serán obligados a clarificar su relación con la vida, con su fuente, con el Creador y moverse de Lo Lishmá a Lishmá. En cualquier caso, los actos físicos son justificados, pero el hombre debe esforzarse para sobreponerse a sus límites. Esto es lo que hace a los cabalistas diferentes.

 

El Mesías: ¿Una fuerza o un hombre?

El Mesías es una fuerza espiritual, es la Luz que penetra los deseos de recibir del hombre, para corregirlos de tal forma que se conviertan en altruistas; es decir, idénticos a los del Creador. En nuestro mundo todas las fuerzas espirituales son manifestadas en vestiduras materiales.

Por ejemplo, Rabí Shimon, el ARÍ, Yehuda Ashlag, representa la fuerza espiritual radiando la Luz de la corrección. Esta fuerza aparece en nuestro mundo como un hombre, un cabalista, un profesor, el autor de un libro. Por lo tanto, el Mesías es un guía que es aceptado por la humanidad de forma progresiva. La humanidad seguirá el camino señalado por el Mesías, porque maldad y sufrimiento serán sentidos por todos y no habrá otra salida. La gente se encuentra en un nivel donde no pueden imaginar la venida del Mesías como una Luz sino sólo como una escalera humana. Sin embargo, para los cabalistas el Mesías es la fuerza espiritual de corrección (en la imagen del mundo de A'B-SA"G).


 

 

 

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